Se sospechaba que mientras Zapatero firmaba con Aznar el pacto antiterrorista, los socialistas establecían contactos directos con la banda a espaldas del gobierno. Esta suerte de cinismo e hipocresía política no tenía otra finalidad que perpetuar al PSOE en el poder desde un futuro más o menos próximo en el que ganase las elecciones, grcias a un fin más o menos costoso de ETA realizado a espaldas de la ciudadanía. Es difícil la negociación con una banda a los ojos de todo el mundo, pero las cotas de miseria alcanzadas por el leonés errante desde que accedió a la Secretaría General, son difícilmente superables; en fechas recientes nos enterábamos de que se había negociado después del atentado de la T4 en Barajas, como si los muertos sobre la mesa fuesen carta de presentación y material para el diálogo, lo que resulta absolutamente inadmisible. Lo malo de todo este asunto, lo turbio, lo preocupante, es que no ha existido una sola responsabilidad política en tal sarta de aberraciones, algo que no puede sorprender a nadie, cuando un ministro de los GAL es portavoz del gobierno, candidato a la presidencia y ministro del interior.