Nacemos sin prevención alguna de lo que vamos a encontrar en el mundo. Dicho en otras palabras, venimos a la vida sin manual de instrucciones. Los niños se dividen en dos grupos: los que se resignan a esperar acontecimientos en su propia existencia y los que intuyen que esta existencia será mucho más rica si son capaces de acercarse a otras experiencias a través de los libros. Para los niños que aman la palabra escrita, los libros tienen algo de misterioso y de sagrado. No alcanzan a comprender bien de dónde viene esa atracción, pero su disfrute de una historia es puro, sin los matices que le impondrán más tarde el bagaje previo de lecturas. Me recuerdo a mí mismo entrando tímidamente en una librería o una biblioteca, como se entra a un templo, queriendo conocer a todos los autores y no sabiendo nada apenas de ninguno, como el chico de la fotografía, que mira con avidez un escaparate repleto de sugerencias, quizá secretamente preparado para él mismo. Los niños que llegan a Más Libros Libres rebuscan con nerviosismo en las estanterías dedicadas a literatura infantil. Cuando encuentran un libro que les atrae (o el libro los encuentra a ellos), sonríen y se encaminan triunfantes al mostrador. Quizá han hallado a un amigo para toda la vida.
Fotografía: Día del libro, Barcelona, por Gabriel Casas, 1932.
Respecto a los clubes de lectura de Más Libros Libres, como es habitual, pueden verlos con detalle en este enlace:
http://maslibroslibres.com/clubes-de-lectura-de-mas-libros-libres-en-noviembre/
En el club de lectura de la Biblioteca Cristóbal Cuevas, tenemos al autor de una gran novela policiaca con vertiente sociológica (estará en persona): Pablo Aranda con El protegido.
En el club de lectura de la Biblioteca Provincial, otra novela de tema policial, aunque con una vena más tarantiniana: Plata quemada, de Ricardo Piglia, que gozó de una adaptación cinematográfica a cargo de Marcelo Piñeyro.
Y tenemos nuevo club de lectura, especializado en literatura rusa, como no podía ser de otra manera si quien lo organiza es esa magnífica institución de nuestra ciudad, el Museo Ruso. La primera sesión fue este domingo y se dedicó a uno de los valores universales de aquellas letras: Antón Chéjov con Historia de mi vida.
En el club de lectura de Fnac Málaga, El nadador en el mar secreto, de William Kotzwinkle, dedicado nada menos que a dos de los grandes temas que han ocupado durante milenios a las mejores mentes humanas: el nacimiento y la muerte.
En los clubes de lectura del Centro Andaluz de las Letras se comentarán, por una parte, La sala de profesores, de Markus Orths, acerca de una escuela donde se ha instalado un gobierno tiránico por parte de su director y por otra, El tren cero, de Yuri Buida, una novela rusa de finales del siglo pasado, que da otra vuelta de tuerca acerca del pasado comunista (en su vertiente estalinista) del gobierno del país.
En el club de lectura de la Casa del Libro de Málaga, eligen a un valor seguro: Ian McEwan con La ley del menor, novela que toca el tema religioso y la prohibición de los Testigos de Jehová de recibir transfusiones de sangre.
En el club de lectura del Ateneo de Málaga, otro autor ruso irrepetible: Iván Turguènev con Padres e hijos, un clásico que describe magistralmente las diferencias generacionales y de ideas en la Rusia de mitad del siglo XIX, una época de cambios.
En el club de lectura de la librería Luces, El mayor Pettigrew se enamora, de Helen Simonson, acerca de una relación amorosa que no es aceptada en el ambiente social conservador de un pequeño pueblo de Inglaterra.
Y en nuestra tertulia temática de la Biblioteca Cristóbal Cuevas, hablaremos acerca de los laberintos de la mente humana, de esas enfermedades que hacen que ciertas personas tengan difícil encajar en la sociedad. La película será Mejor... imposible, de James L. Brooks y el libro Un antropólogo en Marte, del recientemente fallecido Oliver Sacks.
Tengan cuidado con los cambios de tiempo propios de esta estación (en esta ciudad el verano dura prácticamente hasta finales de octubre) y cuidado con los resfriados. Yo mismo escribo estas líneas con unas décimas de fiebre... ¡Felices lecturas!