Revista América Latina

Balance del Gobierno de Juan Manuel Santos - Parte 2 de 2

Por Gaviota
ADVERTENCIA: Esta es la segunda parte del ejercicio de balance del Gobierno de Santos.  Sin embargo, lo que a continuación va a leer carecer de sentido y de contexto si no ha revisado previamente el ingreso anterior.
Si ese es el caso, le aconsejo primero revisar Balance del Gobierno de Juan Manuel Santos - Parte 1 de 2.
4. El Gabinete de Juan Manuel Santos
La conformación del gabiente ministerial es quizá la decisión más importante que debe adoptar un Presidente de la República.  Para efectos de que entiendan mi visión sobre el tema, intentemos trazar un paralelo con un escenario bélico:  Hitler no conquistó Polonia.  Fueron sus oficiales, encabezados por sus generales, los que vencieron en las batallas.  Sin embargo, las batallas no se pelean solas y sin sentido.  En toda gran batalla histórica se suele analizar la táctica empleada por las tropas, que es precisamente la que se le atribuye a las cabezas, a los Generales.  De su diseño y de sus decisiones, depende el éxito de la batalla.
En ese mismo sentido, el éxito de un Presidente depende de las decisiones que él mismo tome.  Sin embargo, es imposible que él tome todas y cada una de las decisiones gerenciales importantes que debe tomar el Estado.  Por ello, los Ministros, como sus generales, son los encargados de ser la voz de mando en sus diferentes carteras.  De sus decisiones, surgió el éxito o el fracaso de las políticas planteadas por el Presidente, y resultaron beneficios o pérdidas para la población, en cada área.
Por razones de espacio no puedo detenerme en cada uno, pero en esta página del diario La República de agosto de 2017 titulada "Los 63 ministros que han pasado por el gabinete del presidente Santos en siete años", que contiene una imagen con nombres de todos los ministros de Uribe, y todos los de Santos (hasta 2017).  Al revisar alguno de los nombres, pareciera que fuese la primera vez que los hubiese escuchado mencionar uno. En otros casos, son nombre que escucha uno todos y cada uno de los días, lo que muestra que el balance ha sido desequilibrado en cuanto a su exposición en medios.  Eso, por supuesto es siempre así.  Es fácil recordar algunos ministros de hacienda, de defensa o del interior, pero usualmente no se vienen a la cabeza ministros de cultura o de minas y energía.
Balance del Gobierno de Juan Manuel Santos - Parte 2 de 2
Imagen tomada de: www.vanguardia.com
No obstante lo anterior, al revisar la gestión de algunos de ellos, encuentra uno que simplemente hay ciertas carteras (independientemente de sus titulares) que fracasaron.  Es el caso de las de Agricultura, Educación, o Minas y Energía.  Algunas otras tuvieron algunos buenos ministros y otros no tan buenos (por ejemplo, las de Interior, las de Defensa, y de Medio Ambiente) y otras fueron mayoritariamente buenas independientemente de los ministros (MinTIC).
Sin embargo, podríamos ver tres ejemplos de tres ministros longevos, que se adecúan muy bien a los tres casos recién vistos.  A continuación, un breve repaso:
a. El desastre del Ministero de Hacienda: El Ministro Mauricio Cárdenas Santamaría fue un desastre a todo nivel.  Se trata de un Ministerio que venía cuestionado por sus escándalos administrativos y judiciales del pasado.  En vez de mostrar un talante conciliador en materia de gasto, fue reconocido por el uso y abuso de su prepotencia, para bien o para mal.   En cabeza suya queda haber aumentado significativamente el nivel de endeudamiento público del país, haber proyectado irresponsablemente el presupuesto de la nación a partir de precios imprudentes del petroleo, y haber proyecto las dos reformas tributarias (siendo la primera peor que la segunda) para intentar tapar sus propios errores.  En todo caso, el país pagó, paga y seguirá pagando muchos errores de este pésimo gestor.
b. El tin marín de la Cancillería: No cabe duda que la Canciller Holguín es una mujer aplomada. Tuvo que lidiar con momentos difíciles, especialmente al inicio de su gestión, cuando debió dar un giro de las palabras duras y trato "berraco" del expresidente Uribe a un tono conciliador y menos excluyente de Santos.  Requiere cierto nivel de maestría lograr dominar un giro de animadversión con Venezuela, y pasar a un tono de "mejores amigos".  La Canciller conoce bien la diplomaciay en muchos casos logró trinfos a ese nivel. Sin embargo, la cartera a su cargo manejó de manera irresponsable la parte jurídica internacional.  Colombia se comprometió a todo, con todos, y no vigiló con celo las demandas internacionales.  Frente a este punto, todo fueron malas noticias.
c. La lucha contra la salud de Gaviria: Alejandro Gaviria toda la vida me ha parecido una persona prepotente y sobradora.  Sin embargo, mi opinión de él como ministro ha sido bien distinta.  Su conocimiento en materia económica le permitió aprender con rapidez los recovecos de un sistema de salud diseñado para que el Estado pierda, el médico pierda más, y el paciente sea el "paria" del sistema. El manejo de modelos y de cifras le permitió lograr dos triunfos significativos: la ley estatutaria en materia de salud, que establece un mayor y mejor nivel de protección para los "parias", y medidas de intervención en materia de precios y recursos (IPS y EPS desfalcadoras) así como de regulación frente a precios abusivos impuestos por la industria farmacéutica.  Para quienes no están en el medio, puede parecer una bobada, pero no muchos han logrado triunfar contra industrias multimillonarias.  Sus medidas de mayor tributación para quienes atentar contra su propia salud -fumadores y bebedores  (y casi a consumidores de bebidas muy azucaradas)- pueden ser impopulares pero son racionales, y sobre todo, equitativas.  Haber dado esas luchas es algo que pocas personas hubieran podido hacer con éxito.
5. El Gobierno en el Estado
Nuestra Constitución reza que el Ejecutivo es una de las tres ramas (las tradicionales del poder público, que cada vez son más).  El principio de la colaboración armónica de las ramas del poder público exige respeto entre sí, y colaboración (algo distinto de la cooperación).  En ese sentido, el Gobierno de Santos, en general, fue respetuoso con las decisiones de las demás ramas del poder público.  Sin embargo, es cierto igualmente que en muy pocas ocasiones se vio enfrentado a una oposición suficientemente robusta.  Tuvo mayorias en el Congreso, a quienes supo seducir con los cupos indicativos o "mermelada".  Con el poder judicial intentó concertar reformas que mostraron ser desastrosas.  Sin embargo, no se presentaron escándalos de la talla de "chuzadas ilegales" o maquinaciones de las Altas Cortes en su contra, como en la época de Uribe.  En el consolidado, estuvo bien.
Donde claramente no estuvo nada bien fue en las nominaciones y presentaciones de ternas para altos cargos del Estado.  No fue serio con las nominaciones.  En casi todas las elecciones presentó ternas de uno (uno de los candidatos era claramente el del perfil de favorito, por no construirlas de manera equilibrada).  Sobre todo, él propuso a Eduardo Montealegre, el pero Fiscal General de la Nación que haya tenido este país.  Recordaremos que desarrolló todo un "concurso" de méritos que llevaría a crear una terna de uno de la que saldría elegido el actual Fiscal, Nestor Humberto Martínez. Sostuvo a Cristina Plazas en un cargo (Directora del ICBF) en el que se dio todo el escándalo por desnutrición de los niños Wayuu.  Luis Fernando Andrade, cuestionado por sus manejos en la ANI.
Las superintendencias pasaron al olvido en su mayoría: la superintendencia de salud siempre llegó tarde a todos los escándalos de corrupción en EPSs e IPSs.  La superintendencia financiera llegó tarde a los escándalos de intermediarios financieras más connotados (ej. Interbolsa).  En sentido estricto, ninguno de ellos logró mostrar carácter frente a las entidades que están llamadas a vigilar. Quizá la única superintendencia que mostró un rol de vigilante y controlador fue la Superintendencia de Industria y Comercio, especialmente en cabeza de Pablo Felipe Robledo.  Las medidas adoptadas en materia de protección al consumidor, y especialmente en manejo de derecho a la competencia, fueron muy destacadas.
El Gobierno, entonces, con un centralismo excesivo y una especial laxitud frente a la corrupción, dejó que desear, especialmente cuando los ojos de la ciudadanía empezaron a dejar de ver exclusivamente el conflicto armado y empezaron a notar mucho más los problemas de corrupción y de ineficiencia del Estado.  Los problemas de Mocoa, del puente de Chirijara, la tragedia de Gramalote, las ineficiencias en las obras de La Línea, entre otros, la corrupción en salud, muestran que el Gobierno tuvo problemas serios a este nivel, muchos de los cuales nunca fueron realmente abordados con soluciones estructurales.
Precisamente en aras de tener un mejor sistema gerencial, Santos impulsó los Altos Consejero para (lo que fuera) que en términos generales no sirvieron a nivel gerencial.  Muchas reuniones en Palacio de Alto Nivel, mucho informe y mucho proyecto que no lograron gestarse.  La existencia de las Altas Consejerías crearon una distorsión en el sistema, dado que había temas que tenían 3 o 4 cabezas visibles en el Gobierno, generándose mucho gasto, e ineficiencia.
4.  El proceso de paz con las FARC
Este es el tema más espinoso de todos, por supuesto.  Un proceso de paz es un problema que se genera para solucionar otro problema que se estima mayor, y que busca en últimas el cese de la violencia y la convivencia pacífica.  Bajo esa premisa, era claro que meterse en el proyecto de "diálogos de paz" era una empresa supremamente complicada, por el país en el que se vive.  Algunas de las preguntas básicas que rodearon el proceso de paz quedaron perfectamente respondidas a lo largo del mismo, pero algunas otras nunca tuvieron respuesta, o por el contrario tuvieron múltiples respuestas.
Balance del Gobierno de Juan Manuel Santos - Parte 2 de 2
Imagen tomada de: http://elpais.com
Para que se entienda lo anterior, si se le pregunta a una persona para qué era el proceso de paz, la respuesta mayoritaria sería que se busca cesar un conflicto de más de medio siglo y buscar la reincorporación de los combatienentes a la vida civil.
Sin embargo, si la pregunta que se plantea es por qué se llevó a cabo, la respuesta no es clara.  El proceso surgió finalizando el primer mandato de Santos, cuando su programa de Gobierno y su Plan de Desarrollo ni siquiera contemplaban esto.  Si bien la guerrilla venía sufriendo ciertos golpes por parte de la Fuerza Pública, no existía un llamado o invitación formal de su parte para iniciar diálogos.  En otras palabras, la idea surgió "de la nada".
Si la pregunta es, cómo se iba a llevar a cabo, surgieron múltiples respuestas.  El cómo es el punto principal que en mi opinión deslegitimó el acuerdo logrado.  La instrucción era clara: había que lograr el acuerdo y formalizarlo.  El cómo no era relevante.  Por eso, si recuerdan los lectores, se pensó en un referendo, en una consulta popular, en un acto legislativo, en una constituyente, hasta que se concluyó (por el Gobierno de Santos) que la fórmula era el plebiscito.  El problema es que realmente la fórmula elegida por el Gobierno, no se respetó.  Perdió el plebiscito, e igual hizo lo que el pueblo le dijo que no hiciera, y se terminó implementando de otra manera muy distinta.  En otras palabras, no se respetó el mandato popular.
En cuanto al qué se iba a negociar, siempre fue problemático este punto, pero era de esperarse que lo fuera.  En toda negociación, siempre el qué es lo más problemático.  El asunto, en este caso, no es qué se negoció, sino qué se dijo que se iba a negociar.  En esencia, los inamovibles que planteó Santos al pueblo, sí se negociaron, a pesar de que se dijo que no lo iba a hacer.  Mucho es lo que se escribió y se pactó, pero el nivel de cumplimiento tanto por parte del Estado como por parte de las FARC ha sido increíble y sorpresivamente bajo.  En el caso del Estado, cabe recordar que en una negociación de esa naturaleza, el Presidente obra como Jefe de Estado, y por lo tanto lo que dice y hace compromete a todos los demás estamentos del Estado.  Precisamente es por ello que es especialmente delicado que diga una cosa y haga otra.  Pero igualmente delicado es que los demás organismos del Estado (el caso más claro es el Procurador Ordóñez) no se sientan vinculados por lo que negocia el Presidente como Jefe de Estado.   Es como si el acuerdo no fuera con el Estado colombiano sino con un puñado de funcionarios del Estado, y eso no es serio.
El proceso de paz salió, pero no salió bien.  La razón principal es que por alguna razón, los primeros puntos se negociaron supremamente lento, y los últimos puntos (los más importantes) se negociaron supremamente rápido.  Esto generó que se buscaran muchas soluciones teóricamente muy bonitas, pero prácticamente ineficientes, y que muchos de los temas que eran de crucial importancia para la ciudadanía colombiana, pasara de agache.  La razón del afán nunca se entendió.  Ya la popularidad del Presidente era baja, y ya el grupo de detractores del proceso estaba claramente definido.  No había ninguna razón para correr.
En consecuencia, frente a este punto, respeto mucho la posición de quienes sostienen que haber salvado una sola vida ya hace que todo valga la pena.  Mi línea de pensamiento exige una coherencia entre medios y fines, y por lo tanto, no cabe esa forma de pensar.  Creo que acudir a vías antidemocráticas (no respetar la votación popular del plebiscito) para montar un proceso de paz que implicó una voltereta frente a lo había prometido en su primer mandato, no deja bien parado a Santos.  En mi mente siempre quedará que ese super héroe de la Historia como muchos se refieren a Santos, finalmente fue un Presidente que juró defender y hacer cumplir la Constitución y la ley, y que fue incapaz de respetar y hacer respetar la voluntad popular expresada mediante el instrumento democrático fundamental como es el voto.  Eso, para mí, no es digno de alguien a quien quieran denominar "el mejor Presidente de la Historia".

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