Se ha ido Benedicto XVI. Se ha ido en medio del cubrimiento pestilente de los medios de comunicación, aquel en el que se ha de obtener entrevistas de cualquier persona que alguna vez hubiera podido haber montado en bus con él, compartido un baño, o quizá le hubiera sacado una muela al ex santísimo. Se ha ido en medio de interrogantes acerca de qué tipo de situación pudiera estar viviendo él a nivel de salud, de gobierno o de espíritu, para que la renuncia a uno de los cargos más poderosos del mundo fuera su única opción.
Confieso que cuando fue elegido el cardenal Joseph Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II, sus antecedentes no me dieron buenas señales. Además de no poseer un rostro amable, y esconder un pasado en el que quizá hubiera hecho o dicho cosas de las que ningún católico pudiera sentirse orgulloso, su trabajo en el Vaticano estaba claramente afiliado a la derecha "de la derecha". Sus posturas sobre el aborto y la defensa a pederastas en la Iglesia le precedían, y no parecía que hubiera alguna razón para modificar en algo sus posturas personales una vez que ascendiera al trono de San Pedro.
Imagen tomada de: www.sdpnoticias.com
Personajes conocidos en Colombia como Fernando Vallejo -autor del libro "La Puta de Babilonia" (la descarnada, bien documentada y absolutamente soez descripción de la Iglesia en el tiempo)- emprendieron una arremetida contra el ya nombrado Benedicto XVI. Quizá esta primera prueba de qué tan sólido podía ser el alemán en el poder permitiría al mundo saber con quién realmente se estaba lidiando. Curiosamente, la actitud del Papa fue otra. Si bien no salió a lapidar a los pederastas, evidentemente no pasó a ser un Papa encubridor. Esto no gustó a muchos de los que sí buscaban que se mantuviera el cerrojo sobre los escándalos sexuales del clero.
Esto, al parecer, era medianamente tolerable. Finalmente, el problema de fondo para los pederastas no es que realmente lo fueran, sino que los detectaran, los acusaran, y que el escándalo llegase a conocimiento del Vaticano. Es un largo y difícil trecho que no todos los pederastas recorren, dado que hay poderes intermedios que en muchas ocasiones se interponen de manera exitosa. Por esto reitero, esta "pequeña" intromisión era tolerable.
Sin embargo, un análisis más detenido acerca de la vida en el Vaticano, como fue puesto de presente por la Revista Semana (en Colombia), demostró que el Papa Benedicto XVI decidió no solo afrontar el escándalo de corrupción espiritual de los hombres de Dios, sino que decidió igualmente enfrentar otro "problemilla" al interior de la Iglesia: sus finanzas.
Las finanzas de la Iglesia Católica son un completo misterio. El manejo de los negocios del Vaticano le ha costado el cargo a más de un importante dignatario, peor también le ha costado la vida a otros tantos. Se rumora que muchas de las muertes célebres de los Papas (incluyendo la de Juan Pablo I) obedecería a temas netamente financieros, y no tanto a cuestiones de fe. Lo cierto es que el Banco del Vaticano ha sido públicamente señalado de estar en contubernio con la mafia italiana. Ante una Iglesia Católica que ha entrado en "recesión" desde hace algún tiempo dado que religiones hechas "a la medida" del consumidor ha logrado que muchos feligreses cambien de bando, además de los bochornosos escándalos de los hombres de Dios, todo ello impacta las finanzas del Vaticano.
Benedicto XVI, al parecer, era consciente de todo esto, y se dio cuenta de que al ser cabeza del Vaticano, era SU responsabilidad desentrañar el asunto. Sin embargo, la Iglesia Católica, al igual que otras tantas monarquías, no es "realmente" gobernada por quien figura como el monarca absoluto. Existen muchos súbditos de gran poder, y en la Iglesia estos segundos tienen tanto nivel de poder que no pueden ser fácilmente doblegados. Benedicto XVI lo vivió en carne propia. Intentó, y al parecer falló. Con el poder propio de un Papa de transición (personalmente considero que los cardenales electores no esperaban que sobreviviera tanto tiempo), como supuestamente era su caso, probablemente saldría muy mal librado de esta batalla. Consciente de esta situacion, "asumió" la responsabilidad de su incapacidad de cambiar las cosas, y renunció.
¿Qué tiene que ver esto, acaso, con el derecho, con la política y con la libertad (temas centrales de este blog)? Todo. El derecho, la política y la moral están adobadas con unos ingredientes comunes, unas categorías que encontramos en estos campos. Una de ellas es el concepto de responsabilidad. La responsabilidad política, la moral, la religiosa y la jurídica son todas ellas diferentes, pero implican en cualquier caso la aceptación de las consecuencias adversas generadas por una "acción" propia. También, extensivamente, implica aceptar la responsabilidad de otros, cuando está (o debe estar) en nuestras manos controlar su actuar.
¿Responsabilidad o cobardía? ¿Debo propinar un picotazo o darle un pico? No tengo ningún tipo de certeza. Presiento, sin embargo, que con sus declaraciones finales en torno a la unión de la Iglesia, y su cansancio personal, Benedicto XVI envió un mensaje contundente para aquellos capacitados para entenderlo (los cardenales). Aquél, sin duda será un mensaje que será cuidadosamente seguido por los mismos medios carroñeros que se han deleitado con la salida del Papa. En una medida cinematográfica, Benedicto XVI se sacrifica a sí mismo para matar consigo al Alien que lleva dentro (ver imagen de abajo, correspondiente a la película Alien 3).
Imagen tomada de: http://paracinema.net
Quizá la interpretación que aquí se hace del actuar de Benedicto sea infundada, y quizá simplemente el saliente Papa esté cansado. Quizá se dio cuenta que hizo lo que tenía que hacer, y con esa tranquilidad de conciencia, se va a orar, desprendido del poder terrenal. Quizá Ratzinger (nuevamente él) se dio cuenta que la vida es de ciclos y de momentos, y que el suyo ya pasó. Es posible que ninguno de nosotros pueda siquiera intuir cuál fue la motivación real que llevó a Benedicto XVI a recular y desistir. Sin embargo, no puede dejarse de lado cómo quizá una de esas posibilidades sea que el monarca (¡sí!, el monarca) que poseía todo el poder, le da una lección de vida a las democracias (teóricamente más equilibradas e institucionalizadas) actualmente lleno de dirigentes adictos y obsesionados por el poder. Quizá, tan sólo quizá, es posible pensar que este hombre que realmente lo tuvo todo, se desprendió del poder por el bien de algo que es más grande y más bello que el poder mismo, (la fe Católica, la Iglesia).