La Fiscalía General de la Nación es un problema grande para el país. Cuando empecé a estudiar derecho, esta entidad apenas tenía 10 años de haberse creado, y era el reemplazo institucional a la figura de los jueces de instrucción. La entidad prometía, y mucho. En un país en el que la criminalidad (en todas sus formas) es parte del diario vivir, se requiere de una entidad formada en la investigación de delitos, y en el enjuiciamiento criminal. La apuesta era ambiciosa, y en un principio parecía que iba a salir bien.
Pero no. No ha salido bien, y eso le cuesta a los ciudadanos mucho.
Como causas estructurales, hay muchas, pero enuncio tan solo algunas:
1) El sistema de carrera para la designación, calificación y retiro de funcionarios está incompleta (solo sirve para nombrar, y tras muchos años) y por lo tanto, sacar a un mal funcionario es supremamente difícil.
2) No hay control efectivo de la actuación de fiscales, y menos aún hay control del Fiscal General de la Nación. En la práctica, puede hacer lo que quiera.
3) Cuando la cabeza de estas entidades no es una persona idónea, no hay manera que los fiscales honestos puedan hacer su trabajo bien. Esto no es un simple decir. Algunas de las posibilidades a las que se debe enfrentar un fiscal son: pueden salir "renunciados", perseguidos o incluso muertos. Depende de con quién se estén metiendo.
Esta última causa es la que motiva mi entrada de hoy. Es increíble que el país elija tan mal, y tan seguido. Después de haber pasado por tan malas experiencias como Montealegre y Martínez, es inexplicable que se designe como Fiscal General de la Nación a Francisco Barbosa. Nos ha costado ya su designación, y nos seguirá costando. A pesar de ser una persona preparada (porque lo es), el actual Fiscal tiene un inmenso problema (que para él, por supuesto no lo es): su evidente y marcada egolatría. Es de esas personas que se considera predestinado a la grandeza y que requiere constantemente una validación de lo grande y sabio que es. Actualmente es miembro de la Academia de Historia y de la Academia Colombiana de Jurisprudencia. No se extrañen si apunta para la Cruz de Boyacá en algunos meses.
Quienes hemos tenido la oportunidad de conocerlo (yo lo conocí desde hace más de 10 años a raíz de este espacio), sabemos que el actual Fiscal es de trato amable y de apuntes acuciosos -cualidad que le ha permitido escalar rápidamente en el mundo académico y político-. Sin embargo, estas personas que se consideran a sí mismos "predestinados", son personas que harán lo que sea para ascender. Para entender esto último, les cuento una anécdota de una cosa tonta y sin mayor importancia, pero que ilustra con claridad el punto al que me acabo de referir.
Imagen tomada de: https://www.msn.com/
En alguna oportunidad, cuando el hoy Fiscal trabajaba como profesor de la Universidad Externado, surgió la idea de hacer un libro sobre historia y derecho. De hecho, por ese entonces me regaló una copia de un libro de su autoría -que todavía conservo-. Como en ese entonces todavía él me consideraba su amigo, me invitó a formar parte de la iniciativa de escribir en este libro colaborativo, y yo acepté. Sin embargo, en el desarrollo de mi artículo, detecté un error histórico en su texto, y le pregunté si tenía problema en hacer esa referencia. Su respuesta "formal" es que no habría problema siempre que se tratara con el respeto debido, y así lo hice. Sin embargo, su respuesta no formal fue eliminarme del grupo de autores sin motivación, para que no afectase su imagen todopoderosa e infalible. Esto, por supuesto, lo hizo sin decir nada a nadie (ni a mí)...
Conozco otras anécdotas similares de colegas y amigos. No las menciono pues no se me ha autorizado compartirlas, y por respeto a ellos, no lo haré.
Otra, que sí es pública y conviene mencionar, es su capacidad para cambiar su postura o su criterio jurídico frente a temas de gran calibre. Frente al proceso de paz del gobierno de Santos, inicialmente fue un acérrimo defensor. Sus columnas en Ámbito Jurídico (que lamentablemente no he podido conseguir), así lo atestiguan. Sin embargo, con la llegada del hoy Presidente Duque al escenario político de primer nivel, cambió.
Ese es el rasgo más peligroso de este tipo de individuos. El problema no es que se amen a sí mismos por encima de todas las cosas. Tampoco se trata de que quieran ascender, triunfar y ser importantes. El problema es cuando son capaces de acabar amistades, mentir, e incluso traicionar sus principios académicos y humanos por llegar a eso. El problema es cuando consideran que por ser ellos quienes son, sí pueden negociar los nombramientos de las esposas (como es su caso, y la esposa del Contralor) sin que sea malo. ¡Se lo merecen!
El de Barbosa no es el único caso que conozco. Si quieren ver un caso muy conocido, los invito a que revisen la vida pública del expresidente Santos desde sus primeros "pinitos" hasta su elección como Presidente. Funcionaba igual. Hizo esto mismo muchas veces. Personalmente, conozco a otro individuo exactamente igual, pero él "todavía" no ha llegado a ser Fiscal General de la Nación por lo que omito mencionarlo por el momento.
El caso "Barbosa" me lleva a una reflexión aún mayor: ¿Por qué seguimos nombrando a personas así en cargos de primer nivel? En una democracia, todas las autoridades deberían dar explicaciones de sus actos, pero aquí todavía la Corte Suprema de Justicia nos debe muchas explicaciones acerca de por qué están eligiendo siempre mal al Fiscal. Sin embargo, los desaciertos en la elección de funcionarios, le cuestan mucho al país. ¡Qué pesar da ver cómo funciona esto!