Revista América Latina

Una defensa de las "preguntas chimbas"

Por Gaviota
En la presente semana, la campaña electoral colombiana para la Presidencia de la República ha contado, como era de esperarse, con ataques de lado y lado, mostrando lo visceral que puede ser una contienda política, un un país habitado por un gran porcentaje de ciudadanos viscerales.  Se ha visto mucho "conversatorio", mucho "debate" y mucha "entrevista" en cuanto escenario sea posible realizar una de estas.   Asimismo, el foro de las redes sociales sigue abundando en insultos de todo tipo, razón por la cual a ellos no me referiré.
Respecto de las entrevistas: cada uno de los candidatos intenta decir lo que considera que es más popular resaltar en relación con sus propuestas, enfrentados a lo que cada uno de los periodistas considera que es más punzante preguntar para fastidiar al candidato que no va con su línea editorial, o por el contrario lo que más le conviene que le pregunten al candidato que sí va con su línea editorial.  Esto gusta mucho a los oyentes de estas emisoras, porque cada cual se afilia a aquella que va más acorde a su forma de pensar.
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Imagen tomada de: www.eltiempo.com
Los debates: desde hace mucho tiempo dejaron de ser debates, dado que no hay allí algo que realmente se debata.  Lo que se da, en cambio, son tandas de muchas preguntas con respuestas cortas, al mejor estilo de los programas de concurso de televisión. En consecuencia, es una especie de mini-entrevistas masivas, con muy poco de debate.  Quizá los conversatorios son los escenarios donde más se puede conocer las propuestas argumentadas de los candidatos.  Esto, sin embargo tiene un costo elevado para el asistente a los eventos: se presta para que el candidato evada el tema sobre el que realmente debe hablar, llevando el punto a lo que realmente le interesa mostrar.  En otras palabras, los conversatorios se prestan mucho para que se les "mame gallo" a los asistentes, y a los moderadores.
Pensando en este tipo de circunstancias, las democracias postrevolucionarias idearon la idea del partido político como un espacio en donde la gente se agrupara en torno a ideas centrales que se convertirían en principio orientador de cualquier programa político.  En consecuencia, cualquier candidatura debería sujetarse un programa político, y este a su vez, se sujetaría al ideario de un partido.  No debemos desgastarnos mucho para saber que en la actualidad las candidaturas políticas no funcionan así.
En todo caso, aún si funcionaran así, el sistema político colombiano (y sí, me refiero a la democracia colombiana únicamente) está diseñado para que no haya manera alguna de exigirle a un cadidato (una vez haya sido elegido por el pueblo) que cumpla con algo de su programa de gobierno.  De hecho, el sistema impide que la revocatoria de mandato opere frente a una figura como el Presidente.  En consecuencia, desde el punto de vista jurídico, no existe ninguna razón válida por la cual un candidato "tenga que" decir lo que realmente haría en el evento de ser elegido.
Tan cierto es lo anterior, que el Presidente Juan Manuel Santos logró hacerse elegir en su primer mandato con un discurso que es diametralmente opuesto (180°) al discurso con el que se cerró su segundo mandato.  La coherencia, en consecuencia, no es algo que se le pueda exigir a un mandato.  Tan cierto es lo anterior, que hace ya 8 años, cuando analicé las candidaturas presidenciales del momento, textualmente señalé:
No ha salido como ganador de los debates, porque no ha logrado transmitir proyectos de gobierno propios.  Su desmedida lealtad hacia la figura del Presidente Uribe lo muestra como un continuador del mandatario actual.  El problema es que esa misma lealtad fue profesada hacia Pastrana, y otros más.  Esa capacidad de cambiar de parecer genera cierto temor hacia lo que ‘realmente’ haría si llegara a la jefatura de Estado.  Todavía no se ha aclarado si Santos sí buscó pactos con la guerrilla para derrocar a Samper.  Este episodio turbio, genera dudas que no ha logrado despejar Santos en los debates.
(Negrillas y subrayado por fuera del texto original)
Cfr. Elecciones presidenciales I: Juan Manuel Santos
Si se observa bien, lo único que teníamos como garantía de qué iba a hacer Santos, era analizar quién es Santos.  Ahora, el país sabe quién es él, aunque pudo saberlo desde mucho antes.  Esto resulta importante aquí, porque el derecho colombiano no tiene ninguna garantía para el elector de que está votando por lo que "realmente cree" que está votando.  Con Santos pasó, según se ha visto.  Sin embargo, eso también pasó con el expresidente y hoy Senador Uribe, quien se hizo elegir en su primer mandato con la bandera de la seguridad y de la lucha contra la corrupción.  En la práctica, cumplió a medias, dado que los procesos judicales derivados de la "compra" de la primera reelección dan muestras de que su lucha contra la corrupción la perdió a tal punto que su Gobierno terminó "peleando a favor del contrario".
Si el derecho no ofrece ninguna garantía para que el votante sepa que su voto obligaría al hoy candidato a actuar de determinada manera el día de mañana cuando ya sea Presidente, la mejor fórmula para saber qué puede hacer su candidato, es saber quién es su candidato.  Por "saber quién es" su candidato, no me refiero a las superficiales etiquetas que se suelen manejar aquí en el país, tales como "el castrochavista", "el títere", "el abogado de las FARC", "Coscorrón" o "el tibio".  Para ingeniosas etiquetas de esas, hay ya suficiente analítico de la frivolidad.
Saber quién es su candidato implica desentrañar la personalidad de su candidato.  A título de ejemplo, solo un ejemplo  por candidato, de situaciones negativas que demuestran parte de quiénes son:
* Si su candidato exige de los demás una cosa, y él mismo no lo hace, como presentar una declaración de renta ¿qué nos dice eso sobre lo que podría hacer mañana? (Petro)
* Si su candidato dice ser el más preparado para Gobernar, pero sus mayores éxitos políticos son haber sido Vicepresidente del Presidente más cuesitonado de la historia reciente del país, y haber liderado el proceso de paz que cada vez resulta más cuestionado, ¿qué nos dice eso sobre lo que puede lograr? (De la Calle)
* Si su candidato dice ser el que va a solucionar solucionar la corrupción del país, pero a la vez ha sido y es cabeza del partido político que ha brillado por ser el más corrupto de los últimos años, ¿qué nos dice eso sobre lo que realmente haría contra la corrupción? (Vargas Lleras)
* Si su candidato hoy dice ayer que le gusta el fracking, hoy dice que no, y mañana vuelve a decir que sí, qué nos dice eso sobre la consistencia de sus propuestas? (Duque)
* Si su candidato habla del respeto a la diversidad, pero a su vez su propia fórmula a la vicepresidencia sale y ataca o se burla de cuanto contendor tiene, ¿qué nos dice eso sobre su capacidad de liderazgo? (Fajardo)
Como estas preguntas, pueden formularse muchas otras (para bien, o para mal) a cada uno de los candidatos.  Además, hay muchas situaciones que parecen menores, pero que dicen mucho de una persona: si saluda o no, si grita a los demás o no, si atiende sus llamadas o no, si le gusta leer y estudiar o no, si tiene una familia estable o no.  A esto, el candidato Germán Vargas Lleras lo ha calificado esta semana como "preguntas chimbas".  Son chimbas, en su sentir, porque el país está pendiente de los temas que realmente le importan como la seguridad, la corrupción, el trabajo, la salud.  La persona que le formulaba estas preguntas era la directora del programa radial de las mañanas de RCN, Yolanda Ruiz.  Su simple declaración es otra muestra más de quién es él.
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 Imagen tomada de: http://lacasadelcurioso.com
Si el derecho no es garantía de saber por qué, o por quién estamos votando, quizá a punta de "preguntas chimbas", podamos medianamente saber quienes son esos 5 señores que dicen ser la solución a los problemas reales del país.  Visto en retrospectiva, podemos saber que en la política nacional, estudiarse un programa presidencial en detalle tan solo sirve como una aproximación a lo que sería un eventual gobierno de un candidato.  Tras 199 años de vida republicana (contado desde la expulsión definitiva de los ejércitos españoles de estas tierras), todavía nuestra democracia no ha logrado idear una forma jurídicamente efectiva de garantizar que lo que nos prometen sea lo que nos cumplen, o al menos que evite que hagan lo contrario a lo que prometieron.
En consecuencia, ante la ineficacia del derecho, invito a los lectores a que analicen las respuestas a las "preguntas chimbas" que los candidatos nos dan.

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