Revista América Latina

¿Y quién escucha al que no marchó?

Por Gaviota
La primera vez que escribí en este blog, curiosamente fue después de la última vez que participé en una marcha.  Fue el 20 de julio de 2008, y se trató de una marcha en contra de la guerrilla de las FARC.  Recuerdo que en esa ocasión sentí que había asistido a una especie de fashion show o marcha ecoturística.  Nunca más volví a marchar, porque me pareció que eso era una falta de respeto contra el derecho a la protesta.  Esa marcha, su origen, su desarrollo y su contexto, dio origen a este blog.
Ayer, en cambio, no marché.
No marché porque no comulgo con una marcha montada a partir de mentiras (no en todo, pero sí en mucho).  No marché porque nunca me ha parecido serio que en este país polarizado, todo lo que comulgue con "mi" (entiéndase cualquier pesona que lea esto) punto de vista es lo correcto, lo normal y lo bueno, mientras que todo lo que no comulgue con mi punto de vista es propio de un delincuente, imbécil y antisocial.
Recuerdo que en la época del colegio, siempre me pregunté por qué razón eran los muchachos (sí, era un colegio solo de niños) que eran bulliciosos, extrovertidos, gritones, y/o contestones los que izaban bandera, los que eran protagonistas del día a día del curso, de las izadas de bandera, de las obras de teatro, y de las fiestas.  Seguir las reglas sin hacer mayor ruido era lo esperado, y al parecer a nadie nunca lde ha gustado mucho dar notoriedad a "lo esperado".
¿Y quién escucha al que no marchó?
Imagen tomada de: www.bogota.gov.co
Algo no muy distinto pasaba en la universidad, en donde los estudiantes que se hacían notar eran esos que discutían con los profesores dentro o fuera de clase, aquellos que pedían cita con el decano, el rector o el secretario académico, el que publicaba en el periódico o pasquín de turno.  Eran ellos los que tenían voz.
"Ayer Colombia se pronunció", titularon la mayoría de medios tradicionales.  El Gobierno debe escuchar.  Otra vez me sentí como en el colegio.  Nadie le pregunta al que no grita.  Nadie quiere hablar con el que no cuestiona.  "El que no llora no mama".   Se debe convocar hoy, dicen los analistas, a que se constituya una mesa de concertación, una mesa de diálogo nacional.  Sin embargo, nadie me invita, nadie me pregunta. Nuevamente es el gritón el que iza bandera.  Curiosamente, siento que la Constitución, la sociedad y la ley premia a aquellos que necesariamente quieren protestar.  
El verdadero ciudadano es el que protesta. El buen ciudadano, pienso ahora, es aquel que no quiere cumplir con las normas actuales, o que no quiere cumplir con los proyectos de futuras normas.  Como dirían en otros ámbitos: "Es que mi plata no vale".
Lo siento.  Aunque pareciera que con las anteriores reflexiones estuviera anunciando mi conversión al activismo contestatario, no se trata de eso.  Se trata de poner en situación a tantos como yo que creemos que la sociedad puede y debe ser regulada institucionalmente, que las normas jurídicas no son de optativo cumplimiento, o que consideran que mi verdad es "la" verdad.  Soy de aquellos que les encantaría que un buen día lo llamen de la mesa de trabajo de algún programa de radio, para que hagan la pregunta que nunca a nadie le han hecho desde ayer hasta hoy: ¿Y por qué no marchó?  No, eso no es algo noticioso o digno de preguntar.  No es un hecho histórico que yo no quiera marchar, no es un hecho histórico que no quiera echarle la culpa de todos los males de esta sociedad al Presidente.  No es mordaz ni ingenioso que no le ponga sobrenombres peyorativos al Presidente, o que trate de manera patronal a las autoridades.  
¿Y quién escucha al que no marchó?  Nadie.  No somos parte de esa Colombia que se pronunció. Igual que el estudiante universitario que nunca le pidió cita al decano para quejarse por algo.  Igual que ese estudiante de primaria que escuchaba la clase y no se ponía a buscar hacerle bromas a sus compañeros, o llevarle la manzana a la profesora. 
¡Que vaina! Tampoco esta vez izaré bandera...

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