“La felicidad laboral o felicidad en el trabajo no es para esta empresa. Y eso de coaching, cuando lo traduzcan vuelva a llamarme”.
Esta es la sentencia que me dedicó un amable señor hace unos días, mientras le exponía en su espectacular sala de reuniones, los beneficios de mis servicios.
Quiero dejar claro que el hombre, me atendió con una gran amabilidad y mantuvimos una agradable y enriquecedora conversación. Hasta me envió posteriormente un correo agradeciendo mi visita y convencido que volveríamos a vernos.
Para aquellos que estén pensando en una persona mayor, próxima a la jubilación, lamento decirles que era más joven que yo (algo, por otra parte, cada vez más fácil de serlo) y con una gran formación académica.
Y lo mejor de todo, que no me sorprendió su respuesta. Es más, la esperaba. Conozco a varias personas que trabajan allí. Algunos de ellos, son grandes amigos míos. Y siempre me ha llamado la atención, el gran número de características que comparten entre ellos.
- Corporalidad: Hombros caídos, caminar lento y cansino, encorvados.
- Lenguaje: Volumen bajo, palabras negativas, largos silencios.
- Pensamiento. Podéis imaginarlo.
Y lo curioso es que esto te puede resultar familiar, hasta lo mismo te has sentido identificado o te ha venido algún conocido a la mente.
Puestos a buscar culpables, mandaríamos encarcelar, sin juicio previo, al empresario por el trato denigrante que infringe a sus empleados. Estamos en el siglo XXI, por favor. Actualice usted su modo de dirección.
¿Y los empleados? Ya, ya, os oigo.
- La situación no está para cambiar de trabajo.
- Tienen una familiar que sacar hacia delante.
- La hipoteca.
- No hay otra cosa.
- …
Los empleados ponen la capacidad de ser felices en manos de un tercero. (Empresario, mercado laboral, hipoteca,…)
Lo curioso, y lo que de verdad me sorprende y me duele es que ellos me devuelven la misma respuesta:
“Eso de la felicidad laboral, no es para mí”.
Al final, descubro que en un alto porcentaje de las ocasiones, algunos tienen lo que piden.
Quizás el señor que me atendió de forma agradable y educada, tan solo compartió conmigo una realidad contrastada.