Las personas somos seres sociales, vivimos en comunidades, trabajamos en grupo. Pertenecemos, en definitiva a varios sistemas, esto es, conjuntos de personas interrelacionados.
Uno de esos sistemas es la familia.
Cuando se trabaja con adolescentes, como me sucede a menudo, la familia es uno de los aspectos más relevantes, puesto que buena parte de sus comportamientos, valores, juicios, creencias y motivaciones externas están en muchas ocasiones íntimamente relacionadas con su familia.
En cualquier sistema una de sus características es la forma de expresión de las emociones, y además las emociones propias del sistema, diferenciadas de las de sus miembros.
Es, para mí, especialmente importante la expresión de emociones en la familia, entre sus miembros y como sistema. La emocionalidad de la familia está siempre presente, y es cambiante en función de su entorno. Por ejemplo en un negocio familiar se expresan unas emociones que difieren de cuando esa misma familia está de vacaciones
Las emociones de la familia pueden ser distintas de las emociones personales de cada miembro, exactamente igual que en todos los sistemas. Además en las familias existen valores que se transfieren, valores que son comunes aunque no estén expresados.
Por último también son importantes las formas de comunicación de los miembros de la familia entre sí y en conjunto.
Y es que las emociones en la familia, y la expresión de las mismas pueden provocar en los adolescentes creencias incapacitantes sobre sí mismos.
La decepción de los padres porque el adolescente no sigue la carrera imaginada por ellos, o por no obtener las calificaciones que esperaban puede ser una causa, aunque parezca que no se dice abiertamente.
Cuando comienzo un proceso de Coaching con adolescentes, mantengo al menos en el inicio una sesión con la familia para comprobar las relaciones existentes. A veces son necesarias más sesiones, especialmente cuando el adolescente manifiesta dependencia o creencias invalidantes fundadas en las relaciones familiares.
En las sesiones de Coaching familiar busco esas emociones para devolverlas, para hacerlas visibles. Busco también los valores y las creencias de la familia como sistema.
Me gusta pensar en las familias como equipos, de forma que cuando las emociones se hacen presentes y explícitas, igual que los valores y las creencias incapacitantes de ese equipo para el conjunto o para cada uno de sus miembros, resulta más fácil que se comuniquen de forma no violenta, que se comprendan posturas, y en definitiva que se trabaje para un objetivo común, que en el caso de las familias suele ser el bienestar de todos y en especial la capacitación de los hijos para que tomen las riendas de su propia vida.
Un juego que propongo en algunas sesiones familiares es que cada uno de los miembros de la familia coloquen en un tablero de ajedrez las piezas que quieran y en la forma que quieran, teniendo en cuenta solamente que cada pieza debe representar a un miembro de la familia o bien una persona allegada y presente en la familia para aquel que coloca las piezas. Después les pido que expliquen quien es cada pieza, y que hay detrás de las relaciones que se expresan por la posición de las piezas.
No está permitido interrumpir a ningún otro miembro de la familia. Y advierto que es preferible que no cambien ni las piezas ni sus posiciones en el tablero que ellos han dibujado, mientras escuchan a los demás.
Resulta sorprendente observar cómo se disponen esas piezas, cómo algunas “atacan” a otras, o como se han dispuesto par “defenderse”. También resulta ilustrador para la familia observar la presencia de piezas aparentemente ajenas a la familia, inesperadas.
A veces los adolescentes comprenden en este proceso motivaciones de los padres. Y otras veces son los padres los que descubren motivos, creencias y valores en sus hijos que no habían percibido antes.