Paz…
Eso es lo que siento ahora mientras, metido en la bañera, observo distraído las volutas de vapor que salen del agua caliente. Desde la habitación contigua me llega una suave música de jazz; huele a madera y canela por las sales que he puesto en la bañera y la suave luz de unas velas encendidas iluminan el baño. Mañana hay quien dirá que sólo fui un cobarde, pero yo ya estoy listo para recibirla.
Hace mucho tiempo que vengo preparando este encuentro. Buscando un hotel apartado y discreto, eligiendo los días adecuados para quedarnos solos, ella y yo, disfrutando de este fin de semana largo. Mi mujer y los niños están en el pueblo, estoy inscrito en un seminario en la otra punta del país y he anulado todas las demás citas. Tanto la habitación como el billete de autobús nocturno que me ha traído hasta aquí, están pagados en metálico y ningún conocido sabe dónde estoy. Al entrar he puesto el cartel de “no molesten” en la puerta y nadie me va a echar de menos hasta dentro de dos días, por lo menos.
Llevo demasiado tiempo pasándolo mal, sin ganas de reír, sobreviviendo, tanto en el trabajo como en casa, así que he decidido romper con todo. No tengo otra salida, después de meditarlo mucho voy a desaparecer, a quitarme de en medio del camino de todos, con la ayuda de ella… Estoy seguro de que muchos conocidos se van a quedar de piedra cuando se enteren de mi decisión y algunos se preguntarán si esta era la mejor opción, si no habría sido posible hacerlo de otra forma, pero no tengo otra salida… ya lo he intentado de muchas maneras.
Toda mi vida he sido “un buen chico” y ese comportamiento tan sólo me ha llevado a un callejón sin salida. Mis conocidos han abusado de una forma u otra de mi forma de ser. Trabajando, desde hace demasiado tiempo, en una empresa donde hace ya mucho que no estoy valorado ni me siento a gusto, me desgasto defendiendo lo indefendible, vendiendo hielo en el polo norte. Sobreviviendo con miserias un día tras otro, sin ninguna satisfacción profesional, por cuatro duros y sin perspectivas de que nada vaya a cambiar o si lo hace será para ir a peor… cerrando la empresa. Nadie quiere ver que vamos cuesta abajo y sin frenos.
Y encima, al salir del trabajo llego a una casa que hace demasiado tiempo ya no es un hogar. Fría, inhóspita y vacía. Cada vez que lo comento con algún conocido, siempre surge la misma pregunta, con ese tono condescendiente de quien todo lo sabe:
– Pero… ¿lo habéis hablado?
Y yo siempre contesto lo mismo:
– Miles de veces. – pero, a la vez, pienso que el problema ya es un quiste inextirpable que se interpone entre los dos y nos impide reconstruir un posible nosotros. He intentado abordar la cuestión desde muchos puntos de vista, y no ha habido manera de entendernos.
Para mi mujer todo está bien, no tenemos ningún problema. Salvo que, según dice, he dejado de ser cariñoso con ella y claro, así no siente nada y es incapaz de reaccionar… La pescadilla que se muerde la cola, ella podría aguantar eternamente, pero en este círculo vicioso yo estoy muriendo en vida. Creo que, sin abrazos, sin cariño y, por supuesto, sin sexo, una pareja tiene muy pocas esperanzas de supervivencia. Hace mucho tiempo que no hay alegrías en nuestra relación, hemos alcanzado una tregua y nos dedicamos a molestarnos lo menos posible. Compartimos cama, techo y responsabilidades sociales. Pero poco más…
Los niños ya son bastante mayores y mi marcha no supondrá ningún trauma para ellos. Estoy seguro que los tres no van a tener problemas para seguir adelante sin mí. Quizá durante un tiempo, mi recuerdo les acompañe, pero la vida aprieta y en poco tiempo se habrán olvidado. Por eso, después de mucho meditarlo, creó que desaparecer es la mejor solución para todos y estoy seguro de que el tiempo, me dará la razón. Espero que así, ella consiga ser feliz. No hay vuelta atrás en este viaje. Debo hacerlo yo sólo y no tengo billete de vuelta. Ella me espera…
Empiezo a notar el agua fría, pero no tanto como el magnífico Cava que he pedido al servicio de habitaciones. No hay nada mejor que una buena cena y una botella de espumoso para ayudarme en la digestión que, mientras la espero, voy haciendo en la bañera. Para rematar la estupenda cena, el postre ha sido un bote de somníferos y un ligero corte con la cuchilla afilada que ha seccionado unos 10 centímetros las venas de mis dos muñecas. De abajo hacia arriba, en vertical, que según tengo entendido impide que te puedan cerrar las heridas si , por una casualidad, llega a tiempo la ambulancia. La combinación del cava, las pastillas y la sangre llenando la bañera caliente, me hace sentirme un poco somnoliento. Creo que va llegando la hora…
Miro por última vez los sobres que he dejado encima de la cama, con mi versión de la historia, para el Juez y para ella. Noto como los ojos se me van cerrando lentamente, creo que es el momento de apurar la botella y dejarme llevar. Por fín se acabaron todos nuestros problemas…
…
..
.
Pip.pip.pip.pip… Pip.pip.pip.pip…
¡Maldito despertador! Se me olvidó quitarlo y hoy es sábado. Como decía mi abuelo: “el que es desgraciado, con sus cojones se tropieza”. Menos mal que ella ni se ha movido. Gruñido. Bufido y un giro brusco en la cama, me dan a entender que le ha molestado el despertador, pero poco. Menos mal…
Me estiro y pienso que tengo por delante un fin de semana donde no existe la escapatoria del trabajo. Seguro que ella ya lo tiene todo planeado. Comida con su hermana, el insoportable de su marido y los cafres de sus niños. Recoger a su madre y seguramente llevarla a que se distraiga… Todo antes que pensar en un posible hacer algo nosotros solos. Eso, si está en la lista, está muy abajo. No hay tiempo para todo. Nunca…
Me incorporó un poco en la cama y me quedo pensando en el sueño. Me resulta extraño poder recordarlo con tanto detalle. Pero el suicidio sería una forma demasiado fácil de escapar, de acabar con todo… aunque realmente nadie tiene derecho a llamar cobarde a otra persona sin haber vivido dentro de su piel al menos un tiempo.
Otra patada y un segundo gruñido me acaban de despertar. Eso, en su lenguaje, significa: ¡quiero desayuno! Así que antes de tener fiesta de buena mañana, me levanto a poner el café y tostar el pan, porque todos, hasta los más cobardes tienen que desayunar…
Y mientras pongo la cafetera al fuego, escucho como alguien tiene una radio encendida y, en el silencio de la mañana, se escucha sonar, a lo lejos, una vieja canción de Gato Pérez:
“Sin ser valiente”
“Hay una parte de mí
Que sólo a ti te pertenece
Dentro de mi te revuelves
Y tu imagen reaparece
He intentado olvidar
Usando ciencias ocultas
Me he engañado cien veces
Para no volver a verte
La vida es larga decías
Para evitar tanto tormento
Y olvidar en cuatro días los momentos que pasamos
Hasta tuvimos piedad
Para no herir a la gente
Qué poco valientes son
Los que se engañan fríamente!
Cómo se vive con esta herida en el alma
Sin ser valiente
Sin ser valiente
Nunca hay futuro ni hay esperanza
Que sea el destino el que ilumine
El camino a la oscuridad
Cada día estoy más loco
Y más lejos de la gente
Todo me aburre, me irrita
Pobrecitos inocentes
Me refugio en el trabajo
Intentando echar pa’lante
Tras una dignidad que yo ya perdí para siempre
Quedará un recuerdo triste
Que invadirá con su amargura
Las canciones y los sueños que la vida nos devuelve
Por lo bueno y por lo malo que aprendiste a mi lado
Que los años nos enseñen un día a vivir traicionados
Como se vive…”
Y mientras corto el pan tarareando la canción, sólo puedo sonreír esperando el momento adecuado, mi oportunidad, para dejar de ser cobarde…
[ Sin ser valiente – Gato Pérez ]Visita el perfil de @Netbookk