Revista Cine
Cuando se habla de coches emblemáticos de la historia del cine hay uno que sobresale en el imaginario colectivo de los amantes del séptimo arte: el DeLorean de la trilogía Regreso al Futuro (Back to the Future, 1985-1990).
El doctor Emmett Brown (Christopher Lloyd) había conseguido crear un dispositivo capaz de viajar en el tiempo a través del salto cuántico que generaba un veloz automóvil cuando llegaba a 140 km/h. Este DMC DeLorean albergaba, en su parte trasera, el condensador de fluzo que, alimentado por plutonio y basura, desarrollaba la energía necesaria para el salto temporal. Un intrépido jovencito de Hill Valley (California), llamado Marty McFly (Michael J. Fox), será el inesperado conductor en una travesía apasionante por los misterios insondables del tiempo. Y nada volverá a ser igual tras sus viajes...
Pero investiguemos en el origen de este curioso modelo de automóvil. Todo se inicia con John De Lorean, un ingeniero que había trabajado en el departamento Corvette de General Motors. Decidido a crear su propia aventura empresarial, fundó una compañía en 1979 cuyo objetivo principal era el de diseñar un nuevo modelo de coche deportivo. Esta auténtica cruzada chocó con los intereses de las grandes corporaciones de Detroit y John De Lorean tuvo que afrontar las mismas dificultades que Preston Tucker experimentó décadas antes.
El excesivo presupuesto, la nula colaboración de otras marcas en el suministro de componentes, y problemas con la justicia derivados de una mala praxis empresarial, provocaron que finalizara la trayectoria de este emprendedor. Pero varios miles de unidades del primer modelo salieron al mercado y Robert Zemeckis vio en este coche el reflejo de lo que buscaba para su innovadora película.
Para la realización de la primera película se usaron tres unidades. El interior fue creado utilizando materiales militares que simulaban los dispositivos especiales concebidos por Doc Brown. Uno de los automóviles podía ser desarmado por partes para facilitar el rodaje de determinadas tomas mientras que otro fue modificado en fibra de vidrio para reducir su peso. En total, para las tres películas se utilizaron siete unidades. Un número bastante bajo si tenemos en cuenta el número de coches necesarios para rodar las producciones de acción en la actualidad.
Se utilizaron también modelos a escala para las secuencias en que presenciábamos la evolución del DeLorean en vehículo volador.
Un coche para la historia que ha llegado mucho más lejos de lo que su creador podía pensar al fracasar su proyecto. En el marco de una trilogía que ha dejado una huella imborrable en el corazón del público, el DMC DeLorean se ha convertido en un símbolo. La incomodidad y poca practicidad que aquellos afortunados que se han sentado ante el volante manifiestan constantemente, queda atrás ante la potencia del icono cinematográfico en el que se ha convertido.
Gracias de nuevo a Clinisbud por permitirme incorporar las fotos siguientes. Se trata de un original propiedad de un coleccionista privado catalán. Nos vemos en el futuro!!!