Revista En Femenino
Todos tenemos un pasado. Y el mío fue carnívoro. Lo reconozco. Disfrutaba con un buen filete o con un buen espeto de sardinas. E incluso hoy, hay olores de una buena carne a la parrilla que me transportan a instantes pasados, y que me siguen atrayendo. En aquellos momentos no prestaba mucha atención a lo que comía. Casi lo vivía como un trámite necesario para seguir el ritmo habitual de tareas y responsabilidades de la vida, sin la más mínima consciencia en lo que me llevaba a la boca. No me planteaba ni la cantidad, ni la calidad, ni el origen, ni las consecuencias de lo que comía. Incluso entendía que hubiera gente que viviera a base de la "fast food" o "comida basura", aunque no fuera mi caso. A fin de cuentas menos tiempo dedicaban a ese trámite necesario, pero quizás tedioso. Oía hablar de vegetarianos o veganos y me sonaban a "bichos raros" de la sociedad. Es lo que tiene ser minoría. Hoy las cosas son muy distintas. Para mí y quizás también para el papel de la comida en nuestro mundo.Cuando Televisión Española vino a casa a grabarnos, una de las cosas que más nos llamó la atención fue el protagonismo que le dieron a nuestra alimentación. Se quedaron en el tintero otras posibles tomas de hábitos colaborativos. Pero nos dijeron que las escenas de cocina generan audiencia, y ésta manda en televisión. Y a juzgar por la cantidad de gente que nos contactó después para pedirnos la receta de las galletas o del pastel de patatas y puerros que aparecía en el reportaje, algo de eso sin duda hay. Eso nos hizo ver hasta qué punto la alimentación es un tema clave en ese "mundo diferente para vivir" que tratamos de impulsar.Hace tiempo que queremos escribir sobre este asunto. Sin embargo, nunca encontrábamos el modo adecuado. Demasiados estereotipos. Demasiados "a favor de" y demasiados "en contra de". Demasiadas etiquetas para todo. Y cuando te etiquetan, siempre tienes a alguien enfrente, a alguien en contra. Y no apetece. Lo viví en mi piel simplemente por compartir algunos vídeos en facebook sobre documentales que me habían ayudado a cambiar de decisión sobre mis hábitos alimenticios. Automáticamente me llovieron las críticas más despiadas. Como cuando me he posicionado sobre el diálogo entorno a las plantas medicinales y a alternativas médicas menos "cientifistas". Inmediatamente fui censurado y repudiado. Pero hoy llevo despierto desde las tres de la mañana y aparte de pensar y chatear con el hijo que está a ocho horas de diferencia, sentí que era momento de hablar de esto. Sin etiquetas, sin críticas, sin ningún afán de proselitismo. Simplemente compartiendo lo que nosotros estamos viviendo.No creo que toque ahora hablar de las razones médicas, de la sostenibilidad ambiental del actual sistema agroalimentario, o del masivo sufrimiento animal, aunque esas y otras muchas razones nos llevaran a nosotros a dar el paso. Sólo puedo decir que llevamos más de dos años en este proceso, y nos sentimos mucho mejor para todo: en agilidad física y mental, para dormir, para ir al baño... Estamos viviendo en nuestras carnes lo que supone vivir sin carne. Y siempre que se haga con cabeza y con conocimiento de las combinaciones de alimentos, no sólo es factible reducir drásticamente el sufrimiento animal, sino casi un imperativo ético y moral. Puedo afirmar que nuestra alimentación durante estos dos últimos años ha reducido el sufrimiento animal, el impacto ambiental negativo, y nos hace sentir físicamente mucho mejor. Y no opino sobre argumentos. Sólo comparto nuestra experiencia.Incluso mis dos hijos mayores, que son algo más reacios, reconocen esos beneficios físicos, aunque echan de menos el sabor de su ración de carne, que no les negamos en ciertas ocasiones. No nos gustan los extremismos y sí el equilibrio, y forzar a algo, ya con cierta edad, puede generar el efecto contrario. Así que les informamos, les hacemos reflexionar, y no les vetamos en determinadas ocasiones. Y que ellos decidan en un futuro. Eso sí: en el día a día, no hacemos dos menús. ¡No nos daría la vida para ello! Tampoco hemos excluído la leche o la miel, aunque vamos introduciendo sustitutos ¿Que a eso le llaman flexi-vegetariano? Poco nos importa, la verdad. Si podemos elegir, tenemos claro lo que vamos a elegir. Pero si no hay posibilidad, no vamos a rechazar radicalmente un trozo de carne cocinado por un amigo o un familiar con todo el cariño, en nombre del cariño a los animales o del medio ambiente. La clave para nosotros está en el equilibrio. Y no concibo las escenas de defensa a los animales a base de dar porrazos a seres humanos, o las batallas campales para mantener tradiciones edificadas sobre el maltrato a un animal. Tampoco entiendo que tantos grupos en los que hemos estado trabajando en pro del medio ambiente, de la solidaridad y de la fraternidad no se planteen que en la mesa es también crucial mantener una coherencia en esos principios.No nos interesa ya convencer a nadie de lo que debe o no debe comer. Cada uno vive su momento evolutivo, igual que nosotros vivimos el nuestro. Y los argumentos y las razones mentales pueden ayudar a formar una opinión, pero cambios tan profundos como en lo que se refiere a lo que te nutre a diario sólo se producen si hay algo que te toca la fibra sensible o el corazón. Nuestras razones ya las teníamos, y entonces conocimos al cocinero Kike Valero cocinando comida vegana para doscientas personas en un gran evento en la Casa de Acogida de Alozaina. Allí conocimos la tortilla sin huevo, las hamburguesas vegetales, y una infinidad de sabores y texturas que jamás imaginamos en una cocina sin carne o pescado. Y también conocimos a gente comprometida con lo que come hasta extremos que no imaginábamos. Un compromiso que llegaba hasta lo laboral, rechazando ofertas suculentas, pero incoherentes con los principios. Ya no necesitábamos argumentos para dar el paso. La cocina amable se había hecho un hueco en nuestro corazón. No esa cocina de competición o de gritos que nos ofrecen los programas de la tele, buscando sólo audiencia. Por eso hemos decidido empezar a compartir recetas entre quienes nos apoyan en Patreon y que ese compartir permita fortalecer proyectos solidarios. Kike nos ayudará en esa bella tarea. ¡Abajo las etiquetas y los argumentos en los fogones! ¡Viva la coherencia y el equilibrio en lo que nos llevamos a la boca! ¡Viva la cocina amable!