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Cocinar con flores

Publicado el 04 marzo 2010 por ArÍstides

LA VENGANZA ES SOLAMENTE EL PLACER DE LAS ALMAS PEQUEÑAS de Juvenal
El Sol saldrá a las 6,09 h. y se pondrá a las 18,15 h.

No es algo novedoso ni constituye una locura el cocinar con flores. Su aroma y color inspiran nuevos platos, a los que aportan unas texturas y tonos de color diferentes. Desde siempre, las cocineras han sentido una atracción por las flores y las han hecho partícipes de los grandes platos. Ahora bien, antes es preciso conocerlas adecuadamente, porque no todas son comestibles y aún siéndolo, exigen ser recolectadas en el momento oportuno.

Cocinar con ellas es una costumbre milenaria para algunas culturas. Así, los antiguos chinos ya emplearon la azucena y la flor de loto, mientras que los romanos fueron amantes de las rosas y los árabes de los claveles. La cocina mejicana nos ofrece la flor de la calabaza rehogada y la hispana la tradicional alcachofa o la caléndula en las ensaladas.

Su belleza coquetea con nuestra mirada si unos pétalos de rosa los calentamos en la sartén y sobre ellos vertemos azúcar (rosas escarchadas). Los pétalos de la magnolia y la flor del jazmín dan un toque especial a los platos de ave y de pescado. Al propio tiempo que la menta, el tomillo o el cebollino maridan como complemento de cualquier segundo plato, mientras que la flor de lavanda puede acompañar al guiso de conejo, de pollo o a un buen arroz.

Siempre fueron complemento adecuado para realizar licores con cierta chispa o postres dulzones que alegraran la vida. Al recolectarlas es importante detectar la presencia de plaguicidas y no guardarlas demasiado tiempo (en frigorífico aguantan bien una semana). Deberemos ser cuidadosos al lavarlas y desechar, en la mayoría de los casos, los estambres, los pistilos y la base blanca de los pétalos por ser excesivamente amargos. Cocinar con ellas constituye un regalo para la vista y un toque de originalidad para el paladar.


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