Código de barras
Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel. Mi mente se aclara y comprendo que yo también los tengo. No son números, sino signos extraños que brillan en la penumbra. Y el reloj es un grillete que me sujeta a la pared metálica. Escucho llantos y voces que colman el recinto. Somos decenas de mujeres y hombres desnudos y encadenados. Me penetra el olor a desechos humanos. La puerta se desliza y un monstruo negro y antropomórfico ingresa con látigos eléctricos en sus cuatro brazos. El miedo afloja mis intestinos. Las cadenas se sueltan y salimos lastimados por sus azotes, mientras afuera aguardan los mercaderes de esclavos galácticos.
© Sergio Cossa 2012Pie de página del feed