Revista Diario

Código secreto

Por Sandra @sandraferrerv
Código secretoAntes de ser madre, cuando veía algún bebé o niño pequeño que empezaba a balbucear era incapaz de descifrar más allá del mama o papa. Pero alucinaba cuando veía como aquellas madres experimentadas entendían a la perfección lo que sus hijos les pedían. Con el tema llantos de un bebé casi recién nacido, aún alucinaba más porque nunca me creí aquello de que un pequeño era capaz de emitir llantos con tonalidades y estilos diferentes según la necesidad del momento.
Cuando yo fui la madre, aluciné cuando me di cuenta, de manera natural, de los tipos de llando de mis hijos y qué significaban. No sólo me sentía orgullosa pensando que sí que tenía aquel misterioso instinto maternal sino que también me reconfortaba poder dar consuelo a unos seres que no se podían comunicar de otra manera.
Mi pequeña foquita lleva dos semanas soltando una cantidad de palabrejas que tan sólo entiendo yo y me encanta. Bueno, y mi bebé gigante, que es como mi alter ego en lo que a mi papel de madre con mi pequeña se refiere. Es como si jugáramos a tener un código secreto para que nadie más pueda entrar en nuestro mundo. Ahí van algunos ejemplos.
Cuando señala con su lelo no está insultando a nadie, sólo está pidiendo un pito para comer porque esos trocitos de pan duro alargados sientan de maravilla entre horas. Cuando en el parque pide el titó no está llamando a ningún pariente andaluz, sólo quiere subirse al concurrido columpio. En casa, cuando quiere abú sólo ella, yo y mi niño sabemos que quiere un yogurt.
Cuando quiere jugar con su granja favorita, le pide a su tete que le saque la ia-ia. Es tan mona, que la pide cantando (la canción del dueño de la granja, ya sabeis, Pepito). O si quiere jugar a pelota, directamente grita gol, porque si no es para ganar, pues parece ser que no juega.
Y la mejor, cuando se acerca lloriqueando y pidiendo abriló ¿os imagináis qué es lo que quiere que abra?

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