Sábado 23 de agosto. La llegada a Coimbra la noche anterior no dio mucho de sí porque únicamente tuvimos tiempo de dar un pequeño paseo y buscar un sitio donde cenar, así que esta mañana nos levantamos temprano para ver las más cosas posibles, ya que por la tarde pondremos rumbo a Oporto. Nuestro hotel estaba situado en la parte baja de la ciudad, así que empezamos por esta zona para llegar poco a poco hasta la parte más alta.
El primer sitio que visitamos fue el convento de la Santa Cruz, principalmente porque abría a las 7 de la mañana y nos pillaba muy cerca, así que fue por temas logísticos por lo que decidimos empezar por él. Este convento del siglo XII es hoy día Panteón Nacional, ya que junto a su altar mayor reposan los restos de Alfonso Henríquez y Sancho I, los primeros reyes de Portugal.
Muy cerca de allí está la plaza del Comercio, la plaza principal de la ciudad, que en sus primeros tiempos era el punto de encuentro de los mercaderes. Hoy día, de hecho, en esta plaza sigue teniendo lugar un mercado con puestos de lo más variopinto, desde los que se dedican a la compraventa de artículos de segunda mano hasta antigüedades o productos artesanos. No sé exactamente qué días tiene lugar el mercado, pero nosotros tuvimos la suerte de verlo en directo y la verdad es que es de lo más curioso, como si estuvieras en El Rastro madrileño un domingo por la mañana. En esta misma plaza se encuentra la iglesia de Santiago, consagrada en 1206, y un buen ejemplo del arte románico de ese siglo. Tiene una capilla de estilo gótico, que constituye uno de los escasos ejemplos de este estilo en la ciudad. Las dos veces que pasamos por allí estaba cerrada, así que no pudimos verla por dentro ni tampoco averiguar cuál era su horario.
Después atravesamos el Arco de Ando y desde allí subimos unas cuantas cuestecillas y escaleras hasta llegar a la parte alta de la ciudad, dejando a nuestras espaldas el palacio de Subripas, que es uno de los edificios civiles más conocidos de la ciudad y se construyó en el siglo XVI, en una mezcla de estilo manuelino (tan típico en Portugal) y renacentista. En sus inicios fue una propiedad particular pero actualmente es propiedad del Estado. Concretamente, una parte del palacio alberga hoy el Instituto de Arqueología de la Universidad de Coimbra.
Por fin en lo más alto de Coimbra, visitamos la catedral nueva, que fue fundada por los jesuitas a finales del siglo XVI y tiene una mezcla de estilos manierista y barroco. Es bastante imponente por su tamaño, aunque a mí el barroco es que no me gusta demasiado. Cuando pienso en una catedral, lo que mejor me "pega" es el gótico... En cualquier caso, me gustó mucho más la catedral vieja, de la que hablaré después, a pesar de ser muchísimo más sencilla que la nueva.
En la misma plaza en la que está la catedral, tenemos la taquilla para comprar las entradas para acceder a la universidad, la más antigua de Portugal y una de las más antiguas de Europa. Al entrar en la universidad es como si te hubieras trasladado a otra época, porque se accede por el patio principal, a través de una verja enorme de hierro (conocida como porta férrea), y una vez dentro es como si estuvieras en el patio de un castillo, en el que destaca su torre de 34 metros de altura, y sin duda las vistas que desde aquí tenemos de la parte baja de la ciudad.
Por la universidad puedes moverte a tu aire, y tanto en algunas salas como por los pasillos hay expositores con folletos en varios idiomas, por si quieres enterarte de algo más. De nuevo en el patio, podemos ir (nosotros lo dejamos para el final, como guinda del postre) a la biblioteca Joanina, que me encantó. Está fenomenalmente bien cuidada, y sólo dejan entrar en grupos de 15 personas; no se pueden hacer fotografías en el interior, ni con flash ni sin él, ni se puede permanecer allí más de 8 minutos exactos. Tiene unos 300.000 volúmenes, y una decoración muy interesante en la que se incluyen algunos trampantojos en las paredes, que te hacen dudar de si los libros que hay en algunas esquinas son realmente auténticos o si por el contrario están pintados.
Volviendo sobre nuestros pasos a la parte baja de la ciudad, pasamos por la catedral vieja, la única catedral románica de la Reconquista que ha permanecido intacta hasta ahora. Por fuera me recordó a la de Lisboa, muy sencilla pero muy bonita. Sin embargo, creo que la maravilla de la catedral de Coimbra está en su interior: cuando entramos al claustro me quedé prendada al ver lo bonito que es y lo bien cuidado que está. Además era temprano, y estaba todo tan silencioso que parecía que en cualquier momento iba a aparecer por allí fray Guillermo de Baskerville en persona...
Antes de salir rumbo a Oporto, nos acercamos a por el coche para ir al otro extremo de la ciudad a ver algunas cosas más. En primer lugar pasamos por el convento de Santa Clara, un edificio de finales del siglo XIII, famoso principalmente por haber sido el lugar de residencia de la princesa Juana la Beltraneja.
Después pasamos un buen rato en Portugal dos Pequenitos, un parque temático de la arquitectura nacional de Portugal en el que se reproducen a escala numerosos edificios y monumentos, tanto del país como de sus antiguas colonias repartidas por el mundo. Fue inaugurado en el año 1940, y al parecer es uno de los lugares más visitados de Coimbra. En su interior, además de las reproducciones en miniatura de los distintos monumentos, podemos visitar algunos museos como el del traje, el de la marina y el del mueble (todos ellos compuestos también por miniaturas).
Por último, echamos un vistazo a la quinta das Lágrimas, el lugar donde fue asesinada, por los consejeros del rey, Inés de Castro. Hoy en día el edificio ha sido convertido en hotel, y al ser un recinto privado no podemos acceder al palacio, aunque sí es posible visitar libremente sus jardines, que es un paseo que merece la pena.
Después de esta breve pero bien aprovechada visita a Coimbra, nos ponemos en marcha hacia Oporto. Como durante el trayecto nos entra hambre, paramos a comer en Aveiro, del que nos han dicho que recuerda a Venecia por sus canales y sus barcos típicos. La visita es muy breve, pero al menos podemos comprobar por nosotros mismos que lo de los canales es cierto (aunque en esta época aún no conocíamos Venecia, de todas formas).