Revista Opinión
El fin de semana pasado, dos de los tres grandes diarios españoles coincidían en tratar en sus tribunas el tema francés. El declive de un país que lleva al menos desde 1956 sin entender cuál es su papel en el mundo. Si el sábado era Felix Marquhardt el que abordaba El problema de Francia, el domingo era Guy Sorman el que escribía sobre La enfermedad de Francia. Buenas reflexiones ambas, similares a las que por aquí se oyen de vez en cuando. Y un denominador común: el susto ante la emigración de los jóvenes más cualificados, con algunos datos espectaculares, como que Londres se ha convertido ya en la cuarta ciudad con mayor número de franceses del planeta, o que la gran mayoría de ellos emigra a destinos anglosajones.
Decía Mosiés Naim en su magnífico ensayo El fin del poder que no hay que hablar de fuga de cerebros sino, más bien, de circulación de los mismos. Y es que las mentes más brillantes también votan con los pies...