Revista Arquitectura
Colaboraciones de Extremadura, caminos de cultura: hallazgo del Dolmen de la Luz, en Arroyo de la Luz
Por WebsamuelrcLa dehesa boyal de Arroyo de la Luz, más conocida como Dehesa de la Luz, presenta al visitante parajes de auténtica belleza, ofreciendo un cuidado paisaje de bosque mediterráneo adecuado a una centenaria explotación ganadera del lugar, surgiendo entre encinas y afloraciones graníticas enclaves donde puedes sentirte en auténtica comunión con la más característica de las estampas de naturaleza extremeña. Pero la dehesa pública arroyana da para mucho más. Atesora en su interior un ingente número de vestigios arqueológicos que nos hablan de un uso y una ocupación desde antiguo de la zona, destacando fundamentalmente la gran colección de tumbas presuntamente visigodas que, englobadas básicamente en tres secciones, complementan una de las necrópolis de sepulcros excavados en roca más numerosa y relevante de la región. Conocida es también por los arqueólogos la presencia de pétreas prensas olearias o vinícolas posiblemente vinculadas con una antigua villa tardorromana o visigótica, así como la existencia de un poblado de ocupación postpaleolítica. Sin embargo, desde el 7 de marzo podemos hablar de algo más: la ubicación de un monumento megalítico del que no se tenía constancia, y ante cuyo hallazgo Extremadura: caminos de cultura ha tenido el grandísimo honor de colaborar.
Sería la tarde del pasado 26 de febrero cuando, en pro de tomar nuevas imágenes de las tumbas excavadas en la roca que pueblan la dehesa con el fin de cumplimentar la entrada que sobre la necrópolis visigoda arroyana sería publicada en este blog el pasado 1 de marzo, nos dirigimos nuevamente a la dehesa de la Luz cámara en mano. Volviendo del conocido como Pozo de las Matanzas, donde aguardan dos tumbas rupestres exentas, y tras percatarnos de la presencia de nuevas sepulturas roqueñas junto al camino que, desde la ermita patronal, se dirige a la zona occidental de la finca pública, deambulamos por la zona examinando los abundantes berruecos que aparecen junto al bohío del que nos permitimos tomar la nomenclatura para poder designar esta sección de la supranecrópolis. Fue entonces cuando decidimos subir a lo alto de una suave loma coronada por lo que parecían ser unas afloraciones graníticas que surgían del terreno. Al llegar pudimos observar, sorpresivamente, que la disposición de las piedras no parecía aleatoria. Se presentaban en círculo, ligeramente inclinadas las piezas pétreas hacia el centro de la circunferencia que dibujaban éstas. Todo hacía pensar en la posible colocación premeditada de las mismas. Orientada hacia el levante la que parecía ser la entrada al recinto que dibujaban las piezas, podíamos estar presentes ante los restos de un dolmen.
Sin habernos encontrado en ningún momento con información que anunciase la presencia de un dolmen en la dehesa de la Luz, y tras volver a revisar publicaciones sobre el tema, no dimos con datos al respecto. Podríamos estar, por tanto, ante un dolmen completamente desconocido por investigadores y autoridades. Era nuestro deber ponerlo en conocimiento de las instituciones competentes. Tras consultar a Alejandro González Pizarro, colega bloguero y gran apasionado del arte rupestre, nos pusimos en contacto con Hipólito Collado, jefe de la Sección de Arqueología de la Junta de Extremadura. Igualmente, decidimos escribir a otros departamentos de la Consejería de Cultura de Igualdad. La primera respuesta la tuvimos por parte de José Javier Cano, desde el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales: era un dolmen. Le seguiría Hipólito Collado: se trataba seguramente de una estructura megalítica inédita. La visita de los arqueólogos se hacía necesaria para poder confirmarlo definitivamente. El día 7 el equipo de José Ramón Bello, dependiente de la Dirección General de Biblotecas, Museos y Patrimonio Cultural, se dirigía a la dehesa boyal arroyana. El hallazgo de un nuevo dolmen quedaba confirmado.
Desde Extremadura: caminos de cultura, hemos propuesto denominar el monumento como Dolmen de la Luz, tomando este nombre no sólo por ser en la conocida como "La Luz" el lugar donde se encuentra y donde ha permanecido pacientemente en silencio el bien, esperando poder ser presentado algún día nuevamente en sociedad. La Luz haría mención además a una doble tradición histórica sobre el enclave. La más conocida por la población arroyana remite a una legendaria aparición mariana que, durante una supuesta batalla entre los poderes cristiano y musulmán poco antes de darse la definitiva reconquista de Cáceres en abril de 1.229, vendría acompañada de una potente fuente de luz que permitiría ante la llegada de la noche dar el triunfo a las tropas leonesas, de bastante similar manera a como supuestamente aconteciese durante la confrontación que tendría lugar en 1.248 en lo que hoy es Tentudía. De aquellos supuestos milagro y batalla provendrían ermita y patrona de la localidad. Talla de la Virgen que, sin embargo, se conocería hasta 1.500 como de la Lucena, acortando desde el inicio del siglo XVI tal nomenclatura en pro de acondicionarla a la leyenda y supuesto milagro que acompañaba el culto católico. Lucena sin embargo haría antaño referencia al lugar donde se ubicaba el templo patronal y hacienda de la que surgiría la actual dehesa boyal, llamada así durante los últimos siglos del medievo por ser considerado el paraje como los terrenos donde se asentaba la villa de un tal Lucio, hecho quizás conocido por la aparición de alguna estela o inscripción epigráfica que así lo indicase, explotación agropecuaria a la que pertenecerían posiblemente muchos de los restos arqueológicos conservados en la zona.
Desaparecido completamente el túmulo que cubriese el monumento, así como la tapa de la cámara funeraria que sellase superiormente la misma, se conservan algunos de los ortostatos que conformaban el panteón, desafortunadamente recortados posiblemente en pro de ser utilizada su materia prima en algún cercado cercano. A falta de intervención arqueológica más profunda, se desconoce la presencia o no de corredor a modo de pasillo de acceso al mausoleo que acogiese, seguramente entre los milenios IV y III a.C., los cuerpos de los miembros fallecidos del clan que habitase los contornos donde se halla el bien, emparentados culturamente con las poblaciones neolíticas o calcolíticas que ocupaban las comarcas extremeñas enclavadas entre los ríos Tajo y Guadiana en la mitad occidental de la región, a juzgar por el gran parecido dimensional y estructural del dolmen arroyano con aquéllos conservados en términos municipales de localidades como Valencia de Alcántara o San Vicente de Alcántara, sumándose el Dolmen de la Luz al vasto número de monumentos megalíticos con que cuenta nuestra región, que amplía además de esta manera el rico patrimonio histórico y cultural de Extremadura, comunidad repleta de arte de todas las edades, muchos de cuyos ejemplos están aún por descubrir. El Dolmen de la Luz, sin embargo, es ya una realidad.
Arriba y abajo: aspecto que presentaba el Dolmen de la Luz la tarde del 26 de febrero de 2.019, día de su hallazgo.
(Dedicado a todos aquéllos que creyeron en mi labor divulgativa e investigadora, y muy especialmente a Adrián Bermejo "el Ciacero", nacido en las mismas tierras que este monumento y bisabuelo al que no pude conocer en vida, pero del que todos dicen que heredé la pasión por el saber. Infinitamente, muchas gracias)
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