Revista Coaching
Hablando como lo estoy haciendo últimamente del dolor y la noche oscura, me gustaría comentar algo que creo que puede ayudar para los que estéis pasando por esta fase de vuestra vida, aunque precisamente sea una de las características de este proceso no encontrar consuelo alguno. Aún así se dan momentos de alivio, más o menos breves, en los que se puede aprovechar para entender o coger fuerzas por si la noche sigue. Y aunque la noche es pasiva y no podemos hacer nada por evitarla, humildemente creo, que podemos colaborar con ella de tal forma que el proceso no sean tan doloroso y que incluso sea más corto. Porque si nosotros lo único que queremos es que ese dolor pase lo antes posible para volver a nuestra vida anterior y seguir disfrutando de los mismo que disfrutábamos antes y olvidar cuanto antes este periodo oscuro de nuestra vida, entonces estamos poniendo obstáculos y produciendo sufrimiento y no dolor. El sufrimiento es un engaño de nuestra mente y no es igual que el dolor. El sufrimiento es la resistencia a lo que es. El dolor es connatural a la vida y puede vivirse con paz pero en el sufrimiento no existe la paz. El sufrimiento es producto de lo que nuestra limitaba mente nos dice acerca de lo que es, la interpretación que ella da de lo que nos ocurre. Si colaboramos con el dolor quiere decir que aceptamos que como fruto del mismo se va a producir en nosotros un cambio y que por lo tanto debemos olvidarnos de cómo éramos antes y de cómo antes creíamos ser felices. El dolor nos ayuda al desasimiento de todo lo creado para tener preparada nuestra alma para que sea llenada completamente por Dios que es el Único que puede hacernos felices de verdad. Por lo tanto podemos colaborar con el dolor profundizando en ese desasimiento en vez de estar esperando a estar bien para volver a llenarnos de cosas y de personas. En el momento en que empezamos a colaborar y a vivir la noche como si nosotros la hubiésemos elegido el proceso será menos doloroso. Aunque en momentos de intensa angustia no veamos nada. Pero si podemos entender que esa angustia nos está purificando y colaborar profundizando en lo verdaderamente importante. Darnos cuenta de que nuestros deseos estaban puestos en cosas vanas y que todo fluye. Aprender a fluir. Aprender a aceptar lo que es y descubrir la verdadera felicidad que es fruto de no estar atado a cosas imperecederas sino estar fundamentando en lo eterno que nunca acaba.