Óscar Bermán, edil del PP en Palafolls (Barcelona): “Ada Colau debería estar limpiando suelos y no de alcaldesa”.
Félix de Azúa, académico de la Real Academia Española de la Lengua (RAE): “Ada Colau debería estar sirviendo en un puesto de pescado”.
En el transcurso de dos semanas he tenido que leer y escuchar las dos sentencias arriba transcritas. En el transcurso de dos semanas un concejal (bueno, vale, acepto pulpo, es un edil, por lo que su formación cultural o de otra índole no está en absoluto garantizada) y un académico (ahí sí, ahí entiendo que no hay posibilidades de que el susodicho sea un ignorante) han hecho uso de un lenguaje machista y clasista para referirse a una mujer que ocupa un cargo público. En el transcurso de dos semanas se me han revuelto las tripas cuando dos impresentables utilizan para despreciar profesiones, y, además, profesiones realizadas en la mayoría de las ocasiones por mujeres. En el transcurso de las dos últimas semanas yo, que pongo en entredicho siempre el feminismo mal entendido, he tenido que hacer valer el exacto sentido del término: “ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres” (por cierto, definición de la RAE a la que Azúa pertenece).
Esta entrada va más allá de lo que hace Ada Colau o de si está o no preparada para el puesto que desempeña, que sobre eso cada cual tendrá su opinión, respetable siempre y cuando no tenga que ver con su sexo. Esta entrada tiene que ver con que hoy, 3 de abril de 2016, dos individuos que ocupan cargos que tienen una evidente proyección ciudadana, siguen vertiendo opiniones despreciables sobre alguien por el hecho de limpiar suelos o pescado y por su condición femenina.
De lo que no sé si serán capaces es de limpiar la podredumbre que habita sus cerebros.