Paul Giamatti tiene un problema. Siente en su interior una extraña desazón que amenaza con arruinar su carrera como actor y hasta su propia vida.
Un día descubre en el New Yorker el anuncio de una misteriosa empresa que ofrece a sus clientes la solución definitiva para el spleen: ni más ni menos que la extraccón del alma y su posterior almacenaje. No sin ciertas reticencias accede a tan inusual tratamiento, aún experimental.
Sus planes no van más allá de congelar su alma y recobrarla una vez haya terminado la representación teatral de la obra Tío Vania en la que se haya inmerso.
Sin embargo, no cuenta con que una serie de desafortunados acontecimientos podrían complicar la recuperación de su alma.
Escrita y dirigida por Sophie Barthes partiendo de un insólito sueño que tuvo, Cold Souls es una película que tiene muchos puntos en común con el peculiar universo que ha hecho famosos a Spike Jonze, Charlie Kaufman y Michel Gondry.
Una especie de surrealismo posible (en el sentido menos académico) impregna todo el metraje, integrado perfectamente con la realidad y la cotidianeidad de los personajes. El aspecto metacinematográfico también tiene un peso importante, pues esta vez Giamatti se encarna a sí mismo, acompañado por unos siempre eficientes Emily Watson y David Strathairn y la atractiva Dina Korzun.
Todo ello está resuelto con mucho ingenio y se redondea gracias al uso de buenas dosis de humor inteligente y una envidiable elegancia narrativa.
Así pues, en Cold Souls nos encontramos con una propuesta original, divertida y muy disfrutable, tanto si conoces o no al carismático actor protagonista y su carrera en la vida real.
Si eres aficionado a las propuestas indies, o simplemente buscas una historia diferente, de calidad y con una buena trama cargada de giros y enredos, lo pasarás en grande con esta obra, que ha dejado muy buen sabor de boca en la Wasabi Manor.
Recomendadísima.