Con este segundo volumen, Peter David continúa narrando las peripecias de Genis-Vell, en un intento por demostrar que el género de superhéroes no siempre es todo lo predecible que uno espera que sea. Además, combina muy bien un tono melodramático con ese humor satírico, cargado de crítica al medio y sus autores; aunque solo sea para burlarse del apellido de cierto escritor…
Si bien es cierto que los diálogos están cargados de ironía, se comienza a respirar un ambiente más cósmico que cómico. El drama planea de forma sutil a lo largo de todo el volumen, sobre todo cuando uno de los temas recurrentes es la muerte. No me refiero solo a la amante de Thanos, sino al concepto como tal, el cual se explora desde diferentes puntos de vista. Quizá el más destacable sea la crítica descarnada a la forma tan alegre en la que se ha usado ese recurso, en el género, durante los últimos tiempos. Algo que en el pasado ofrecía un duro golpe al lector, se ha convertido en una autopista de doble vía por la que parece que todo el mundo puede transitar libremente. David utiliza el humor para criticar este hecho, junto a la incapacidad de hacer envejecer a los personajes. Cuestión que padece Rick Jones a lo largo de gran parte de estas historias, sufriendo una terrible depresión. Quizá estemos ante una perfecta analogía de uno de los grandes deseos de la humanidad: la eterna juventud y la inmortalidad. Sin duda, dos características ligadas a la gran mayoría de los personajes de la Casa de las Ideas.

Una vez más, Peter David es capaz de dar un giro totalmente inesperado. Lo que en un principio puede parecer un nuevo ataque megalomaníaco más del villano de turno, se convierte en el conato de conquista más divertido que hayas leído, añadiéndole un toque cósmico, salpimentado con alguna realidad alternativa. Quizá en una situación tan delicada para el bienestar del Universo no encaje el humor y la ironía, pero podemos constatar que el autor consigue que todo funcione como una máquina bien engrasada.


Marlo deberá ser el pilar en el que se apoye su derruido marido que, tras el enfrentamiento con el Caminante, se convertirá en una ajada versión futura de sí mismo. De ese modo, David vuelve a utilizar la continuidad Marvel para cimentar sus historias. En este caso, con el permiso de Kurt Busiek, que planteó la idea en Siempre Vengadores. En aquella maxiserie, Rick Jones sufría diferentes cambios físicos, los cuales son explorados aquí con mayor detenimiento, tanto a nivel físico como emocional.

Por si la vida de Marlo no era lo suficientemente complicada siendo acosada por un fantasma, se encontrará con una compañera de piso inesperada. Se trata de Dragón Lunar, exvengadora, exdefensora y una mujer decidida a convertir a Genis en un verdadero superhéroe, que sea capaz de controlar sus poderes y con una estabilidad moral fuera a prueba de bombas. Sin embargo, ni las dos juntas podrán conseguir que se interese por la defensa de la libertad sexual de las mujeres kree. Sin duda, una interesante apología del feminismo moderno, en la que el autor utiliza a una poderosa raza de extraterrestres conquistadores para mandar un mensaje sobre la insatisfacción en el apartado más íntimo de la relación conyugal.

La pareja realizará un viaje tan divertido como apasionante, en el que se cruzarán con Blastaar y su hijo Burstaar, que se interponen en su camino. Desde el principio de la serie, tenemos muy presente el concepto de legado, pero aquí, el autor, va un paso más allá con unos personajes demasiado belicosos y obsesionados con la conquista para concentrarse en la típica relación de padre e hijo.
Finalmente, tenemos el episodio enmarcado en el mes mudo, donde se obra el milagro, literlamente, cerrando todas las tramas que se han ido desarrollando en el tomo. A través del arte de Leonard Kirk, asistiremos a momentos tremendamente dramáticos en el que una imagen vale más que mil palabras. Afortunadamente, la oscuridad da paso a la luz para ofrecer un desenlace esperanzador. Recordad, la esperanza es lo último que se pierde…
