Revista Opinión

Colecciones peligrosas

Publicado el 24 octubre 2019 por Carlosgu82

Colecciono moscas, pero no estoy loco…así narraban y nos deleitaban en los 80 uno de los grandes y legendarios de aquella imborrable, mítica y brutal escena musical que algunos tuvimos la suerte de abrazar y sin duda disfrutar. Golpes Bajos tenía ese indiscutible toque de genialidad y de seriedad, que les permitió llegar donde llegaron.

Pero lo que quiero valorar aquí es que cada día me asombra más la capacidad que tiene el ser humano de coleccionar y acumular trastos (por no llamarlo de otra manera) en su casa, o nunca mejor llamado trastero. Resulta curioso nuestro apego a objetos de todo índole y extraños materiales que renunciamos a desechar. Algunos bastante miserables, por cierto.

Aquí os presento algunos ejemplos que tienen su miga:

Pelusa del ombligo- El australiano Graham Barker colecciona la pelusa de su ombligo desde 1984. Ha logrado almacenar durante más de la mitad de su vida más de 22 gramos. Le llevó a esta feliz idea el preguntarse cuánta pelusa podía producir un cuerpo.

Comida Quemada- En Massachusetts, Henson tiene “una de las mejores obras de arte culinario carbonizado en el mundo” en el Museo de Comida Quemada Deborah Henson-Conant. Todo surgió porque un día calentaba sidra, se redujo a una masa extraña, que solo tuvo a bien bautizar “la sidra que se para sola”. Consideró que el resultado fue una obra de arte.

Faloteca– El profesor Sigurdur Hjartarson es coleccionista de penes y los exhibe en su Museo del Falo de Húsavik, en Islandia. La insólita colección está compuesta por unos 300 penes de 90 especies de mamíferos marinos y terrestres en toda su variedad: disecados, embalsamados o conservados en formol. En el museo Falológico se pueden ver aparatos reproductores de machos de todo tipo: desde el micro pene de un hámster, de unos 2 mm, hasta el de un cachalote con 70 kilos de peso y 1,7 metros de largo. También se exponen representaciones de los supuestos miembros de seres mitológicos nórdicos, como trolls, elfos y duendes. En 2011, Pall Arason decidió donar, antes de morir, su pene de manera desinteresada.

Existen un sinfín de absurdas colecciones que podríamos enumerar, pero quisiera ir más allá de esta idea. Quisiera contaros algo sobre lo que podemos definir como “el no va más” de esta extraña afición cuando llega a convertirse en adicción. El denominado “Síndrome de Diógenes”.

Como bien sabréis, su nombre es adoptado de Diógenes de Sinope, también llamado Diógenes “el Cínico”. Filósofo griego perteneciente a la escuela cínica que nació en Sinope, mar Negro (412 a.C. -323 a.C.) ​.

Pues bien, este personaje podría guardar alguna semejanza, aunque exagerada, de lo que ahora, comúnmente viene a ser la filosofía “perroflautista” o perro-flautista, como deseen (por la que guardo un profundo respeto). Que nada tienen que ver con el síndrome. Pero trasladándolo a los tiempos pre cristianos.

El caso es, que este, seguramente buen hombre, no legó ningún escrito. Tan sólo contamos con algunas menciones hacia su persona. Comulgó con una delirante filosofía socrática y anduvo por Atenas y Corinto viviendo como un vagabundo y queriendo hacer de ello una virtud. Hijo de un banquero, la historia cuenta que vivió entre tinajas y puentes y que por el día deambulaba por las calles buscando “personas honestas”. Su indumentaria se componía de un zurrón, un cuenco y un báculo. Y por lo demás, vida de autosuficiencia fuera de cualquier lujo, defendiendo la liberación de los deseos y la ausencia de necesidades. Y así de fácil, con su figura, hemos acuñado a este tremendo síndrome en la actualidad.

Las primeras descripciones clínicas se sentaron el 1966. Pero este Síndrome es un viejo conocido de la psiquiatría y lleva a un extremo el abandono del autocuidado, personas que se aíslan de su medio, no salen de su domicilio y rechazan cualquier tipo de ayuda externa. Habitualmente ancianos solitarios, muy preocupados por su no real ruina económica acumulando basuras y viviendo en la miseria absoluta. El no reconocimiento de la enfermedad hace difícil llegar al tratamiento. Por lo que vecinos y familia suelen dar la voz de alarma.

Pero no se trata de hacer un análisis sobre la enfermedad, sino más bien de darle un carácter anecdótico a todo este tema de las colecciones y los recuerdos.

Y como ya sabéis, detrás de cualquier gran problema hay un gran negocio. Porque, alguien tiene que solucionar esto y para eso existen las empresas especializadas en “limpiezas de residencias contaminadas”. Algunas se hacen llamar <Recicla todo>, <Limpiezas Traumáticas>, <Serdomas> o <Desratizaciones> y otras se promocionan “adaptándose a tu horario”. Parece que además hay competencia…

Así que cuidado con que los trastos no os acaben reduciendo tanto el espacio de esa santa casa, que tengáis que entrar de perfil o dormir en el descansillo. Y control sobre la delgada línea roja que separa el coleccionismo, de que tu vecina tenga que llamar a Limpiezas Traumáticas


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