Revista Infancia

Colecho cómodo: una cuestión de adaptación.

Por Anaperezllinares
Colecho cómodo: una cuestión de adaptación.
En ocasiones, he oido a mamás decir que no practican el colecho no porque les parezca mal ni consideren que es perjudicial para sus hijos, sino que no lo hacen porque les resulta imposible poder descansar bien con su hijo al lado.
Al menos en nuestro caso esto no es así. Hoy por hoy dormimos fenomenal, pero no fue así desde el primer día. Para llevar a cabo el colecho de una manera cómoda y segura se requiere paciencia y aceptar que pasaremos por un periodo de adaptación en el que no dormiremos demasiado bien.
Adaptarse a dormir en compañía no es algo fácil y no sucede de un día para otro.No sé vosotras, pero a mi me costó bastante acostumbrarme a compartir cama con papá. Después de tantos años durmiendo sola, no me resultaba nada cómodo el notar a alguien al lado y las patadas, empujones y demás eran algo habitual. Con el tiempo empezamos a controlar los espacios y fuimos capaces de dormir bien, sin despertarnos ni molestarnos el uno al otro. Ahora nos parece lo mas natural del mundo y se nos hace extrañisimo dormir solos.
Con David pasó lo mismo. Al principio, solo dormía con nosotros en ocasiones o a ratitos y, cuando lo hacía, ninguno dormíamos bien. El se adueñaba de la cama, nos deba patadas...y nosotros lo despertábamos sin querer cuando cambiabamos de posición.
Pasamos una temporada así. Como no terminábamos de estar cómodos, no nos decidíamos a meterlo siempre en la cama y esto hacía que ni el ni nosotros nos acostumbráramos a compartir el espacio. Recuerdo que siempre me levantaba con mucho dolor de espalda y que me despertaba muchísimo a lo largo de la noche.
Un buen día decidimos que queríamos dormir los tres juntos siempre, a pesar de los inconvenientes.
A partir de ese momento nuestra experiencia con el colecho cambió radicalmente. En poco más de una semana, los tres nos adaptamos perfectamente y fuimos capaces de dormir toda la noche comodamente.
Y en nuestro caso, está muy claro lo que marcó la diferencia.
Hasta que no empezó a dormir definitivamente con nosotros, David no reconocía nuestra cama como su cama. Habíamos llegado a un punto en el que no terminaba de estar cómodo en la cuna ni en la cama. Supongo que es lo mismo que nos sucede a nosotros cuando por el motivo que sea dormimos en una cama que no es la nuestra: aunque hayamos dormido allí muchas veces no descansamos igual que en  la nuestra.
  Al desaparecer la cuna y empezar a dormir siempre en nuestra cama (ahora también la suya), en cosa de pocos días se adaptó perfectamente a la nueva situación, siendo capaz de cambiar de postura y de moverse sin darnos patadas ni despertanos. 
Hoy por hoy, y desde que hemos incorporado la camita de 90 junto a la nuestra (en la que habitualmente dormimos David y yo bien pegaditos!) dormimos de maravilla. Tanto es así, que a veces David rueda de la cama pequeña a la grande, para dormir un rato pegadito a su padre y ni nos despertamos. 
Así que se puede decir que nosotros ya hemos superado el periodo de adaptación y ahora disfrutamos como enanos de los innumerables beneficios del colecho. 
Cada noche, David va a su cama encantado de la vida. Ahora ya sabe que esa cama es SU cama y estoy segura de que no la cambiaría por nada del mundo. Para nosotros, la noche se ha convertido en uno de los momentos mas hermosos de día y espero poder seguir disfrutando de su compañia durante mucho tiempo.
Es cierto que hay niños que no terminan a acostumbrarse nunca a dormir en compañia, de la misma manera que hay adultos que tampoco son capaces de acostumbrarse, pero no es lo habitual. En general, si realmente deseamos hacerlo y tenemos un poco de paciencia, compartir la cama con nuestros hijos será una experiencia maravillosa. 
Para mi, sin lugar a dudas, es una de las experiencias mas bonitas que me ha regalado la maternidad.

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