Mi mujer camina apesadumbrada tras mis hijos en el parque, su silueta atractiva, su porte comedido, movimientos suaves, lentos, su constante vigilancia férrea para que no se ensucien mientras juegan, su cansancio en la mirada… mientras, yo no puedo evitar imaginar a mi rubia levantándose la falda hasta las rodillas, mientras corre riendo entre los columpios persiguiendo a su pequeño, tacones en mano, pies descalzos. Sonrío.
Nunca aprendí a enumerar mis virtudes, en lugar de eso, elijo ahondar en mis defectos. Y así me va. Desoyendo a mí yo más verdadero. Muriendo por mantener esta imagen respetable de hombre de familia, respetado, feliz, maduro y vacío.
Continúo mi camino bajando hacia la playa, atravesando las calles repletas de peatones, todavía por alguna razón, me sigue siendo difícil dejar marchar este dolor tan latente desde hace unos días.
Aún queriendo dejarlo en el pasado junto al amasijo de hierros de aquel viejo Cadillac solitario, no puedo evitar preguntarme… ¿Me sentiré siempre así? Tan vacío, tan distanciado.
Miras al horizonte, mientras corres para quemar energía en desuso, frente a estas salvajes puestas de sol rotas; de estas blancas, frías y húmedas mañanas que vivo sin ti, desde que te conozco.
Y a pesar de que a través de mis labios agrietados y polvorientos del “todo a cien” salieran en voz alta estas palabras : “mejor no vernos”, “me debo a mi familia”, quiero creer que nadie las escuchó. Y volver a susurrarte…
“Deja tu falda sobre la silla, Deja caer las horquillas de tu pelo y bésame con esa boca tan mía.”
Fuera la lluvia golpea ligeramente en las ventanas, mi mujer está ojeando la tele, mientras mis hijos juegan a mis pies, sobre la alfombra. Me siento culpable porque mientras tanto pienso en ti, el golpeteo de la lluvia en el balcón parece que nos aplaude por la delicada forma en la que te haría el amor en este momento.
Y de nuevo me pregunto si me sentiré siempre así, tan vacío, tan distanciado.
Hoy te confieso: vi mis demonios frente a mis ojos, reflejados en los tuyos, me tendería desnudo boca abajo y te diría “destrózame, hazlo como mejor sepas.”
Porque ya vivo a diario en el infierno, de esta vida que debo admitir que me aburre, son tantas las cosas que pueden matar a un hombre, y tantas las formas de morir…
Una vida perfecta que me hace ocultarme, arrastrar mis pies en este barro que me atrapa. Este barro que se formó desde que supe que existías tú.
Tú y todo ese dolor que escondes dentro, ese que desata todos esos fuegos a tu alrededor, a tu paso.
¿Me sentiré siempre así?
Nunca debió colisionar tu mundo con el mío. Vivía feliz creyéndome feliz, ahora sé que no lo soy.
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