Viernes 10 de junio, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo. Concierto de Abono 15 (clausura de la temporada). OSPA, Luis Fernando Pérez (piano), David Lockington (director). Obras de Ravel, Falla y Revueltas.
Foto: OSPA ©Marta Barbón Una temporada que llega a su fin con un programa evocador de la España vista desde Francia como si de un homenaje a "la memoria del siglo XX" con Semprún se tratase, y donde el último aspirante a la titularidad volvió a dejar claras sus ideas: búsqueda de un colorido orquestal que para las obras elegidas vino perfecto tras haber trabajado los detalles que con un sólo programa no podría haber logrado. Poder dirigir dos semanas a nuestra OSPA le ha dado un "plus" de ventaja para convertirse en el próximo titular aunque de las apuestas escribiré otro día. También pudimos asistir una hora antes a la última conferencia de la temporada a cargo de la musicóloga Tania Perón, autora de las notas al programa (enlazadas a lo largo de esta entrada), preparando su tésis sobre la compositora asturiana Mª Teresa Prieto, aunque nos leyó sus apuntes sobre Falla y las Noches, recordando igualmente a Ricardo Viñes que tanta relación tuvo con Don Mauricio y Don Manuel.
Una barca sobre el océano de Ravel parte del piano (ciclo Miroirs) y lo orquestará en tres secciones fluidas donde el colorido impresionista se tiñe con la sensualidad de unos instrumentos "alterados" tímbricamente como en el francés será habitual a lo largo de su carrera. Impresionante la paleta sonora que el director británico logró de los solistas (el corno inglés de Romero en especial) y de una plantilla para la ocasión que ojalá sea la habitual si el próximo Gobierno Regional quiere...
Foto: OSPA ©Marta Barbón La obra más esperada sería las Noches en los jardines de España de Falla con el pianista madrileño Luis Fernando Pérez (1977), realmente una interpretación para recordar y siguiendo la línea de colorido buscada por el director británico aunque el estilo lo marcase el solista, lo que honra a ambos, alcanzando cotas de perfección tanto en los solos como en los concertantes que lograron un piano totalmente imbricado en la paleta sonora. Los tres números resultaron homogéneos en el planteamiento con unos rubati increíbles que desde el podio logró concertar con la maestría de grandes batutas y el largo recorrido de esta orquesta capaz de amoldarse cuando sabe qué les piden, desde los principales (impecables todos con Falcone hoy a la cabeza) y coprincipales hasta el resto de músicos. El dominio técnico del pianista se alcanzó no ya en una digitación precisa y diáfana sino en un empleo del pedal que subrayó esa visión impresionista (o mejor francesa) de una España sin folklorismos elevada a universal. Rubricando esta idea nos regaló un Asturias (Leyenda) de Albéniz que corroboró el magisterio interpretativo del madrileño, una versión nuevamente propia en velocidades, tiempos, pero sobre todo sonoridades que continuaron dando colorido propio al concierto de clausura.Foto: OSPA ©Marta BarbónEn la segunda parte nuevamente grandes obras sinfónicas exigentes en todo y para todos, comenzando por el mexicano Silvestre Revueltas y su Sensemayá, deudora de Stravinsky pero no por eso exenta de lenguaje propio aunque en una línea argumental de texturas y colorido orquestal que pareció marcar el programa elegido. La visión del maestro Lockington no se limitó a fuegos artificiales sino que delimitó y buscó cohesión en todas las secciones, con protagonismo lógico de percusión, metales y maderas (se nota el trabajo de toda la temporada) y una cuerda siempre perfecta que lo mismo sustentaba al resto que conseguía "irisaciones" enriquecedoras del clima buscado.
Para cerrar nuevamente Ravel y su visión francesa de la Rapsodia española, obra maestra de la orquestación que exprime a toda plantilla y director que se enfrente a ella, con un lenguaje que pudimos seguir al detalle en sus cuatro movimientos, entenderlo, masticarlo y saborearlo. Aunque sueno reiterativo, redundante o frase hecha, calidad y calidez pero sobre todo ambiente sonoro, clima colorido desde el inicio del Preludio de la noche con una cuerda impercetible y sugerente que in crescendo pasa de la línea a la pincelada, una Malagueña "sin lunares", una Habanera colonial más la Feria que sí supuso fiesta final de sobresaliente para todos (me encantó volver a encontrarme en el piccolo a mi admirado Roberto Álvarez). Una tormenta de colorido de nuestra OSPA con Lockington que no perdieron ni un detalle e inundó el auditorio como el día anterior el Jovellanos, y como escribía al inicio recordando a Jorge Semprún la memoria del siglo XX hecha música.
El balance de temporada lo haremos reposadamente, y todavía nos queda un Tango.
P. D.: Los cuadros que ilustran esta entrada son de mi querido Jorge Senabre, un pintor alicantino afincado en Madrid, que hoy venía perfecto para la música escuchada.