Retomamos el blog con la vuelta al cole. Nos esperan muchos cambios en los próximos días e intuyo que necesitamos templanza y mantener la ilusión por lo nuevo que pueda llegar. Hoy me ha acompañado Álvaro a mi nuevo centro de trabajo. Como me conozco sabía que la primera impresión no iba a ser satisfactoria, pero esa misma era la razón de visitarlo hoy: hacerme a la idea. También saber llegar, conocer a los jefes, ver la biblioteca y localizar la cantina, claro está. No he conocido a los compañeros de departamento; sí al dire, un jefe de estudios y una simpática profe de Latín. Vamos poco a poco. Sé que me acabará gustando, pero cuesta aprenderse decenas de nombres (sin incluir alumnos) y encajar. Aún me queda permiso de maternidad, tiempo para concienciarme.
Respecto al pequeño todo está cambiando poco a poco. Nunca ha sido llorón y ahora pilla rabietillas vespertinas. Todos cambiamos y los bebés lo hacen a mayor velocidad: aprenderemos a responder a sus necesidades, no hay duda. Por suerte el tema del sueño va mejorando; por fin le hemos visto dormir hasta 8 horas seguidas (sólo una vez, pero ahora sabemos que es posible). Las siestas se alargan, el inicio del sueño resulta menos complicado... (¡Olé mi niño!) Lo cierto es que en estos meses nos hemos reído mucho con los consejos de conocidos que insistían en "no lo acostumbres a los brazos", "que aprenda solo", "no sabes hacerlo", "si me lo dejaras a mí ya verías". Llega un momento en que te llega a joder de veras (= molestar que te cagas) y de hecho he tenido incluso alguna bronca por eso. ¿En serio creen que criamos al peque como si de una maceta se tratase? Manuales a porrillo, cursos, revistas... ¿No entienden que no todos los niños son iguales, que sus necesidades cambian cada día, que una es primeriza y que a una madre con falta de sueño le parte el alma que le digan "no entiendes a tu hijo"?
Hace unos meses un buen amigo me preguntó si había llegado ya a la fase "creo que soy una madre nefasta" por la que, al parecer, toda mujer pasa al tener un bebé. Certifico que para llegar a ese estado ayudan mucho los "bienintencionados" consejos y las revistas que estereotipan a los pequeños. Me va a costar una amistad, pero prefiero equivocarme por mí misma a seguir los pasos de otros (que siempre se habrán equivocado también) y que te presionan menospreciándote. Miro alrededor y me doy cuenta de que siempre podemos sacar defectos a la educación de todo niño (sobreprotección, malas costumbres, demasiada rienda suelta, disciplina exagerada...)... Que yo recuerde nunca he ido diciendo por ahí a mis amigas "creo que no deberías acostumbrar al niño a tomar las papillas sobre el teclado del ordenador" o "yo de ti no le cambiaría la enorme caca sobre el sofá sin protector", mentalmente me llevaba las manos a la cabeza y punto, porque, ¿quién sabe si dentro de un año le estoy dejando a Álvaro un móvil de 200 euros para que se termine la papilla? Admito que seguro que me he excedido alguna vez en consejos agobiando a embarazadas/madres amigas contándole mis experiencias (llega un momento en que no parece existir otro tema de conversación y te sorprendes en una cena con amigos hablando de las rojeces del culete).
Vaaaaaaaaaaale. Ya paro. Hasta aquí el desahogo de la entrada al blog. Creo que no voy a escribir ya la reseña. No quiero contaminarla.
Nos vemos en la próxima.