Título original: Hell is for Heroes
Director: Don Siegel
Guion: Robert Pirosh, Richard Carr
Música: Leonard Rosenman
Fotografía: Harold Lipstein
Género: Bélico
Reparto: Steve McQueen, Bobby Darin, Fess Parker. Harry Guardino. James Coburn. Mike Kellin. Joseph Hoover. Bill Mullikin. L.Q. Jones. Michele Montau. Don Haggerty. Nick Adams. Bob Newhart. Chuck Hicks, Robert Phillips
Argumento
Un grupo de la infantería de Los Estados Unidos, debe permanecer a pocas jornadas de la gran batalla, en medio de, aparentemente, ninguna parte, hasta que lleguen más refuerzos.
Tan sólo son unos ocho hombres, y deben permanecer la calma.
Sin embargo, uno de ellos es un soldado muy valiente, con grandes participaciones en combate, pero muy indisciplinado y peligroso para sus superiores y compañeros.
¿Se trata de un héroe o de un hombre un poco trastornado, quizás neurótico?
El soldado en cuestión, en un momento dado, en vez de esperar, querrá tomar posiciones enemigas, con el gran riesgo que ello conlleva.
Algo extraño, quizás desconcertante hasta cierto punto, pero muy interesante film del gran Don Siegel, en ese momento puliendo sus trabajos para llegar a ser el director que años más tarde deslumbraría con su sentido de la narración y la fuerza de sus personajes.
Aquí también lo logra, aunque de forma algo irregular.
El argumento no es nada original, pero sí su forma de narrarlo, sin prisas al comienzo, elevando su clímax poco a poco, y alcanzando el cenit con un cuarto final sencillamente memorable. Un final, áspero, rudo, abrupto, sin concesiones a la galería y que muestra al espectador claramente el espíritu del film.
Aquí, la figura del héroe aparece más difuminada que de costumbre, no estando demasiado clara (o quizás sí) la diferencia entre el heroísmo y la irresponsabilidad rayando en lo paranoico.
Estupendas interpretaciones de todos los actores, con especial atención a la mirada fija y temorizante de Steve McQueen y a Harry Guardino, en el papel de responsable sargento que cumple las órdenes de sus superiores.
Maravillosa fotografía en blanco y negro de Harold Lipstein y perfecta música de Leonard Rosenman, que le otorga fuerza dramática a la cinta.
Merece la pena esta película, en mi opinión, casi mítica, pero hoy olvidada ya que apenas no ha sido vista por las últimas generaciones.