El Xavier A. Gastaminza (Unidad de Paidopsiquiatría, Hospital Universitario Vall d'Hebron. Barcelona) ha escrito una excelente monografía sobre este tema para los pediatras. Con su permiso reproduzco algunos párrafos que son muy interesantes para los padres.
El término fracaso escolar es de amplia y extendida aceptación. Paradójicamente a su frecuente uso y abordaje del tema, suele hacerse soslayando la concreción o delimitación conceptual. Esta evitación suele asociarse además con una implícita y discutible equiparación del fracaso escolar con el suspenso o los suspensos, la repetición de curso o, por extensión, cuando no se presenta un normal desempeño escolar, considerado como el patrón de referencia de normalidad e incluso de éxito escolar (lo opuesto a fracaso escolar) y todo ello, y para mayor sorpresa, dándose por supuesto, sabido y conocido. Por otra parte, es claro que no es igual un suspenso que varios suspensos que muchos suspensos que todo suspenso, que repetir, o que fracasar o sentirse fracasado. Este concepto tiene relación con la generalización de la escolarización obligatoria hasta los 14 años, establecida en España por la Ley General de Educación (LGE) de 1973. Así, se constituyó la llamada Educación General Básica (EGB) como el nivel educativo mínimo obligatorio para toda la población. De esta forma, los que alcanzaban o superaban los objetivos de aprendizaje señalados obtenían el llamado Graduado Escolar (y la posibilidad de continuar sus estudios académicos) y un certificado de estudios primarios para el resto. Es de reseñar que, anteriormente, aunque también eran muy valorados los estudios, existía una mayor aceptación y tolerancia con el “mal estudiante”, y no eran infrecuentes explicaciones como: “no le gusta estudiar”, “no vale para estudiar” (con un implícito:“... pero para otras cosas sí…), “lo suyo no son los números…”, “… o es que no es de letras”.