Ilusa de mi yo pensaba que a estas alturas este sería el menor de mis problemas. Queda claro que con los niños no se pueden hacer planes, ni se puede esperar nada. Es mejor aceptar lo que venga e ir capeando el temporal si es que llega.
Pero esto en la teoría es muy bonito, pero ¡ay amiga! en la práctica cuesta. Porque a mi se me ha llenado la boca aconsejando a amigas cuyos hijos comían poco y mal: "lo mejor es dejarles, no insistirles, porque sino asumen que la comida es el enemigo y no hay manera", "¡tranquila! ellos saben regularse, cuando tenga más hambre irá comiendo". Y realmente así lo pienso, creo que los niños pueden pasar fases con poco apetito donde su cuerpo no reclame comer más que unos pocos bocados, pero no dudo ni por un momento que cuando tengan hambre comerán.
Cuando ves que tu hijo pierde peso, rechaza comidas que hasta ahora adoraba, le dan arcadas e incluso vómitos ver comer según qué cosas, no acepta probar nada nuevo, se llena con cuatro bocados..... cuesta.
He visto a familiares y amigos sufrir con este tema. Y he comprendido su sufrimiento pero ahora, vivido en mis propias carnes, veo la desesperación que antes quizá no veía. Desesperación porque aunque yo sepa que todo irá bien y que cambiará, mi instinto de madre me lleva a pensar una y otra vez cómo hacer que coma más, a desesperarme al ver que su plato se queda igual que se lo puse, a regañarle e incluso enfadarme.
Realmente pienso que esto va más allá de la alimentación. ¿Algún problema de conducta?, ¿alguna llamada de atención?. Sinceramente no lo sé. Mi cabeza inquieta piensa y analiza cada situación, pero he estado tan nerviosa con el tema que no he sabido ver más allá de mis narices.
¿He conseguido algo?, Rotundamente no. Lo único que hemos conseguido han sido un par de bocados más, mucho asco por su parte, enfados con él, enfados entre papá sin complejos y yo. Pero el plato se ha quedado igual.
Fase 2 de la operación "la comida no es el enemigo". El plato se pondrá en la mesa, no con cara de enfado, sin reproches, sin adelantar acontecimientos poco deseables (no comerás). Hablamos, nos reímos, vemos la tele,...., pero no se menciona la comida, ni lo que hay en el plato, ni si come con las manos, ni si se mancha, nada... Le dejaremos hacer. Cuando diga "no quiero más", retiramos el plato, una vez más sin reproches, sin enfados, sin malas palabras. Preguntaremos si quiere postre y aceptaremos su decisión.
Dos claves: dejar hacer, respetar sus decisiones.
Dicho así ¿a que parece fácil?. Os prometo que no lo es. Esta mañana ha tomado un donete, de esos pequeñines. Y sí, no es el desayuno más sano y nutritivo, pero esto es lo que hay. Una hora después ha decidido tomarse, con toda la calma del mundo, el vaso de zumo. No le hemos felicitado en exceso, no se trata de que la comida sea vista como causa de recompensa. Le hemos sonreído y a otra cosa mariposa.
Ahora dos normas más. Antes de las 12 de la mañana podrá tomar un piscolabis si así lo pide, galletas, fruta, cereales, un yogur. Pero a partir de esa hora, nada de nada. Pierde el apetito con una facilidad pasmosa. Nada de luchas, simplemente explicarle que después no tiene hambre. Y a ver qué pasa con la comida.
