El comercio urbano reduce el impacto ambiental. Cuando sus proveedores son productores locales, se minimiza el transporte, la polución y las congestiones de tráfico.
Se emite menos CO2 a la atmósfera y se garantiza el mantenimiento de la cadena del frío, al ser menos los trasbordos de la mercancía.
Asimismo, los agricultores y productores de proximidad tienden a usar métodos más tradicionales para conseguir sus productos. Usan menos elementos químicos y contaminantes. Respetan las variedades autóctonas de las frutas y hortalizas, en lugar de recurrir a otras genéticamente modificadas.
En el caso de las granjas, suelen dar más libertad a los animales (gallinas, vacas, cerdos, corderos) y no a tratarlos como engranajes en una cadena de producción.
Son los llamados productos #KM0 (KILÓMETRO CERO), pues proceden de un origen cercano y fácilmente trazable. Proporcionan más seguridad, porque deben pasar unos registros sanitarios periódicos y de ellos depende que su negocio siga funcionando. Además, su calidad es la garantía de que accederán a mejores mercados.