Acudir todos los días a la oficina y lidiar con el carácter y saber hacer del jefe no es siempre fácil. Si a esto le añadimos lazos de sangre entre superior y subordinado la cosa se puede complicar más. De este modo, y porque no es lo mismo “trabajar con” que “trabajar para” un padre, hay que tener en cuenta una serie de recomendaciones.
Antes de decidir trabajar con un padre, aunque el empleo sea atractivo y la remuneración buena o muy buena, es importante realizar una reflexión profunda y sincera sobre las ventajas y, sobre todo, los inconvenientes de aceptar esa oferta de trabajo.
Es cierto que muchos patriarcas esperan que sus vástagos se incorporen a su firma y den continuidad al negocio familiar, pero los lazos de sangre no aseguran el éxito de la relación. José Ramón y Blanca Jiménez (padre e hija) conocen de primera mano la importancia de esta afirmación. Por eso en su libro El factor humano (Almuzara) describen una serie de recomendaciones para aquellos que se planten comenzar esta relación profesional.
Hablar y a ser posible, poner por escrito qué es lo que cada uno espera del otro y de la empresa. Las dos partes deben poder gestionar sus expectativas desde el primer momento. El hijo debe saber qué puesto ocupará en relación a los otros empleados, bajo qué parámetros se le retribuirá, etcétera. Para muchos estos puntos resultan violentos tratándose de una familia, pero es la clave para que no se generen situaciones inesperadas que hagan que alguna parte se sienta traicionada.
Pactar de mutuo acuerdo, que el padre, u otra persona en su caso, puede y debe sancionarle o premiarle como a cualquier otro empleado, de acuerdo a las mismas normas, y que el hijo debe regirse por los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro. Es fundamental estar preparado para que el progenitor nos sancione y no interpretarlo como una agresión personal.
Determinar entre las dos partes una separación entre las actividades y problemas personales y profesionales. Esto es mucho más difícil en el caso de vivan bajo el mismo techo. En este caso hay que tratar de dejar los problemas en la oficina.
Mantener un lenguaje y unas formas muy profesionales en el lugar de trabajo. No significa que deba hablarle de usted, pero sí seguir unas normas como por ejemplo no entrar libremente y sin previo aviso en el despacho del jefe. En el caso del padre debe tratarle delante de otros de manera profesional.
Es recomendable haber trabajado entre tres y seis años en otras organizaciones. De esta manera se dispondrá de una visión más completa de las relaciones profesionales y las dificultades y tensiones que implica.
No involucrar a otros miembros de la familia en los problemas entre ambos. Es especialmente importante no implicar ni al cónyuge del padre ni del hijo.
Entender que, lógicamente, nuestro padre es mayor y que por lo tanto tiene otras costumbres y formas de ver y hacer las cosas. No es recomendables llegar y pretender cambiar la forma de proceder inmediatamente. Hay que comprender que aunque haya muchas cosas mejorables, también hay otras muchas que se deben conservar.
Aprovechar al máximo todos los conocimientos que puede aportarnos nuestro padre y escucharle todo lo posible.
Procurar ser un ejemplo para el resto de empleados en cuanto al grado de compromiso y esfuerzo.
Fuente http://www.expansion.com/2012/05/01/empleo/desarrollo-de-carrera/1335892114.html?a=3b0ec98442bd89b11495f60da8e9f5f2&t=1336788027
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