Ser padres era el mayor proyecto de nuestras vidas, por separado y en común. Luchamos durante mucho tiempo para conseguir un embarazo que no llegaba, y a pesar de lo duro de la infertilidad, nuestro matrimonio superó ese obstáculo.
Para lo que no estábamos preparados era para la gran aventura de la maternidad.
Creo que es uno de los temas tabú de la maternidad y es que cada vez que se lo confieso a alguien, ¡resulta que ellos también!
No te voy a engañar diciéndote que somos el matrimonio más feliz que existe sobre la faz de la tierra, ni que vivimos dando saltitos en prados verdes mirándonos con amor las 24 horas del día. Me parecería hasta cruel intentar dar esa imagen de mí.
La verdad es otra y hoy, te la voy a contar.
Las primeras semanas
Estos si que fueron momentos de estar en una nube. Acabábamos de ser padres y todo era tan bonito y difícil a la vez. Estábamos asustados, pero por suerte, maridín pudo estar un mes en casa (se guardó vacaciones del año anterior).
Íbamos aprendiendo a ser padres juntos mientras yo me recuperaba de un parto de mierda.
Cuidó de mí y se encargó de absolutamente todo. Es un padrazo y un “maridazo”? ¡Ja ja! Ya me entendéis.
Los siguientes meses
Todo empezó a volverse un poco más negro cuando empezamos a acumular cansancio y sueño. Además, nuestra vida sexual no volvía y por más que la llamábamos, se empeñaba en seguir de vacaciones.
Empezamos a pelearnos más de lo habitual por auténticas chorradas. Nos echábamos cosas en cara porque teníamos diferencias de opiniones en cuanto a crianza. Y el simple hecho de que él durmiera más que yo, era capaz de desatar un huracán.
El punto de inflexión
Fue en las vacaciones de verano, cuando volvimos a estar juntos al 100%, que nos dimos cuenta de cuánto nos echábamos de menos y de que lo que nos estaba pasando había que cortarlo de raíz.
Por suerte, somos geniales, pero juntos somos lo puto mejor. Nuestros diálogos son riquísimos y siempre nos encanta reflexionar y proponer soluciones.
Saliendo del bache
Ha sido muy difícil, pero dicen que el primer año de maternidad es el más duro y que muchas parejas no lo superan.
Nosotros ya hemos pasado esa barrera y apenas discutimos ahora. No somos perfectos, pero sí mejores que antes.
Hemos vuelto a la calma de antaño en la que, cuando a uno se le iba la olla más de lo normal, el otro le ayudaba a bajar los pies a la Tierra. Porque somos un equipo, no rivales, y estamos juntos en esta aventura llamada maternidad.
Dicen, y tiene todo el sentido del mundo, que esto solo le pasa a los padres primerizos porque cuando viene el segundo ya estamos más que adiestrados y no supone un cambio tan grande.
Como en todas las cosas, habrá parejas que no hayan notado ninguna caída en su relación, y yo les felicito, pero si a ti te ha pasado como a mí, que estás flipando con tu pareja, no te preocupes, ES NORMAL.
Lo más importante es que tengáis detalles el uno con el otro y básicamente, que recuperéis un poco el tiempo en pareja. Lo demás, vendrá solo.
¿Tú también has tenido crisis con tu pareja durante el primer año de maternidad?