“Si no te aman, no ruegues ni te arrodilles. El amor no se suplica ni se exige, acontece. Y si no ocurre, te retiras dignamente y a otra cosa.”
En esta cita, Walter Riso hace que parezca muy fácil eso de asimilar el final de una relación y pasar página. Sin embargo, en consulta nos encontramos frecuentemente con personas que acuden por primera vez, hundidas y rotas a raíz de una ruptura sentimental. Habitualmente presentan constantes ganas de llorar, ansiedad, confusión, pérdida de apetito, problemas de sueño, irritabilidad… En muchas ocasiones preguntan “¿Es esto normal? ”. Es por ello que hoy, con motivo de la celebración del amor anual, hablaremos de por qué algunas rupturas son tan difíciles de superar.
¿Duelo o dependencia emocional?
Cuando se produce la ruptura de una relación, al igual que ocurre ante cualquier otro tipo de pérdida, es común y sano experimentar un proceso de duelo. Se trata de un conjunto de fases que implican cierto malestar y dolor, y es importante que suceda así. La tristeza que vivimos en el duelo nos invita a parar y reflexionar, para así comprender qué ha pasado y desarrollar nuestra percepción sobre nosotros mismos y los demás. De esta manera, en un futuro nos veremos más preparados para afrontar situaciones similares.
No obstante, es posible que hayas sentido síntomas mucho más fuertes e incluso pienses que ese dolor es demasiado intenso, no se va, te desborda y sobrepasa lo esperable a la situación. Incluso puede que tengas una necesidad constante de comprobar sus redes sociales, que te invadan pensamientos obsesivos relacionados con la relación o con esa persona, y quizás te aterre la idea de verle con alguien más. Puede que estés deseando que acabe esa angustia y te preguntes “¿por qué me siento así?”.
Heridas del pasado
Es importante tener en cuenta que al relacionarnos, no solo nos decimos cómo creemos que son los demás, sino que también vamos infiriendo cómo somos nosotros mismos en función de cómo nos tratan. Si hemos vivido experiencias difíciles, es muy probable que nos hayan dejado alguna huella. A veces se trata de bullying, relaciones tóxicas, padres negligentes o maltrato de cualquier tipo, pero también es crucial que se hayan satisfecho nuestras necesidades afectivas, especialmente en la infancia. La falta de cariño, apoyo y atención puede ser más dolorosa que un daño directo. Todo ello deja heridas que pueden tener distinto nombre: “no valgo”, “no soy importante”, “no soy suficiente”, “no puedo confiar en nadie”, “estoy solo”, “no merezco que me quieran» etc.
En ocasiones, volcamos inconscientemente estas inseguridades en la pareja y esperamos que las solucione; que satisfaga esa necesidad de afecto y autoestima. Sin embargo, es bastante arriesgado porque puede desembocar en relaciones de dependencia. Nos sentimos bien (o algo mejor) cuando estamos con esa persona porque por un momento nos hace sentir importantes. Nos sentimos personas valiosas, tenidas en cuenta y por ello, es posible que lleguemos a priorizar a la pareja ante todo: amistades, aficiones, familia, trabajo, estudios o incluso nuestro propio bienestar. Pero, a largo plazo, nos damos cuenta de que nos aporta una falsa seguridad y las dudas sobre nuestra valía están siempre latentes.
El dolor en la ruptura
Depender de la pareja para tapar antiguas heridas implica que, al irse, las deje al descubierto y el sufrimiento sea aún mayor. No solo nos deja sin ese recurso que nos hacía sentir mejor, sino que reafirma las creencias negativas que traíamos de base: “está claro que me voy a quedar solo”, “¿quién me va a querer?”, “va a encontrar a alguien mejor que yo”, “nunca que me ha querido”. La herida y nuestra sensación de vulnerabilidad cada vez se hacen más grandes, ya que quizás nunca se sanaron realmente.
¿Qué puedo hacer?
Teniendo en cuenta todo lo anterior, la pregunta que podemos hacernos es: ¿Qué era lo que me enganchaba a esta persona? Es decir, ¿Qué carencias suplía?
A veces las respuestas a estas preguntas las tenemos muy claras, pero otras veces están enterradas bajo una montaña de falsas razones, porque nos asusta mirar nuestros propios miedos de frente. La buena noticia es que no tienes por qué hacerlo solo. Ponerte en manos de un psicólogo profesional puede ayudarte a encontrarle sentido a todo esto y no solo superar esta ruptura, sino también aprender a protegerte de cara a futuras relaciones.
Recuerda que para vivir libremente, sentirte valioso (con o sin pareja) y amarte de verdad es imprescindible sanar las heridas del pasado. Existen soluciones para aliviar el sufrimiento que estás sintiendo y en PsicoAbreu estaremos encantados de ponerlas en marcha contigo.
“Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo tienes que hacer. La existencia no admite representantes.” – Jorge Bucay