Irán celebra el acuerdo nuclear / Abedin Taherkenareh (EFE)
El acuerdo entre Irán y algunas de las potencias mundiales (Alemania, China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) entra en los libros de Historia que explicarán el cambio de orden mundial al que nos aboca este siglo. A riesgo de ser tapado por la crisis griega -ay, eurocéntricos que somos- el pacto tiene influencias en todo el globo, pero sobre todo en una zona que está siendo vanguardia en las catarsis, Oriente Medio.
El equilibrio de fuerzas en esta zona tenía hasta ahora un claro liderazgo de Arabia Saudí, país de mayoría suní, y de Israel. Que Irán, de mayoría chií, acceda sin restricciones a los mercados y a la comunidad internacional a nivel político, supone cambios interesantes: refuerza a Iraq, que tiene también un gobierno chií; a Siria, donde Irán ha apoyado al régimen de Bashar al-Assad; y a Líbano, donde mantiene fuertes lazos con la milicia Hezbollah, que la UE todavía considera grupo terrorista. El equilibrio, entonces, vuelve a inclinarse hacia el lado chií, aunque en cuanto a población el sunismo sigue siendo la rama mayoritaria del Islam.
Que la relación entre Teherán y el resto de potencias mejore, puede ser útil para enfrentar los problemas de la región. Tener a uno de los jugadores más importantes fuera de la partida es siempre un riesgo, pues Irán puede ofrecer capacidad mediadora en materias en las que sus rivales ideológicos, Arabia Saudí e Israel, no quieren/pueden. Traerá transparencia a aspectos opacos, como las acusaciones a Arabia Saudí de estar financiando a los terroristas islámicos. Es como el mercado, a más competencia, más perfección. Los tres Estados líderes tendrán que esforzarse para atraer a los posibles aliados.
Evidentemente, estos rivales naturales ya han manifestado sus recelos. Arabia Saudí porque ve disputado su poder como referente religioso de la región, e Israel porque ve amenazada su existencia. Nunca ha confiado en un país que apoya a Hezbollah, la milicia chií que ha atentado más de una vez contra sus intereses y ha calificado la alianza de “increíble error histórico”. Cree que el acuerdo es insuficiente para controlar las actividades de Irán y teme que pueda seguir avanzando en su carrera hacia las cabezas nucleares.
En el ámbito económico, que el petróleo iraní inunde el mercado podría provocar una bajada general de los precios. Y decimos “podría” porque en la gasolina, que sería el producto más directo, con el control oligopólico, los precios no están bajando últimamente al ritmo al que estaba bajando la materia prima.
No es la única ventaja. Si en algo es un verdadero triunfo el acuerdo, es en la lucha contra ISIS. Algunos analistas hablan ya de que estamos ante una verdadera guerra, en forma de atentados terroristas. Algunos hablan incluso de Tercera Guerra Mundial. Sin querer entrar en teorías más o menos conspiranoicas, lo cierto es que despejar los problemas entre la comunidad internacional e Irán, permite que ahora los Estados se centren en combatir al enemigo común: los islamistas radicales. Hasta el propio primer ministro iraní, Hassan Rouhani, lo admitía así en twitter:
#IranDeal shows constructive engagement works. With this unnecessary crisis resolved, new horizons emerge with a focus on shared challenges.
— Hassan Rouhani (@HassanRouhani) julio 14, 2015
Queda mucho por delante. Pero si podemos empezar a combatir el terror de ISIS de una forma seria y dejar de ligarla al Islam, habrá merecido la pena. Sobre todo desde que muchas voces coinciden en acusar a Arabia Saudí de estar financiando al grupo terrorista.
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