MARIADELA LINARES.
Si es verdad que sentimos como propio el agravio insólito cometido contra Evo Morales, la respuesta no debería ser una declaración de protesta pura y simple Si es verdad que sentimos como propio el agravio insólito cometido contra Evo Morales, la respuesta no debería ser una declaración de protesta pura y simple, ni llamar el grave hecho solo como “inamistoso”, como hizo Insulza, ni dando discursos sobre el colonialismo gringo en tierras del Viejo Continente, frases todas que se repiten cada vez que desde arriba nos atacan; debemos responder con acciones. Una bien concreta sería revisar los acuerdos firmados con Portugal recientemente, que incluyen un costoso contrato para la construcción de la nueva autopista Caracas-Maiquetía. Eso sin nombrar las alianzas financieras con el Banco Internacional do Funchal y el Espirito Santo, para ampliar servicios en el país. Los 14 acuerdos suscritos con Pedro Passos Coelho deberían reevaluarse. Eso sí les daría donde duele a los portugueses, necesitados hoy de un airecito comercial que les cayó del cielo venezolano en estos días. No más canaimitas lusas. Y al desagradable Rajoy aplicarle otra tanda de medicinas por el estilo. ¿Cuántos barcos le hemos comprado a España? ¿Tenemos otras solicitudes? Cancelémoslas, pues. Habrá otros armadores. ¿Y con Francia? Acabamos de firmar 10 acuerdos de cooperación en energía, tecnología, en materia militar, industrial, telecomunicaciones, entre otras. Hollande se guardó en el bolsillo, esta semana, la tradición francesa de preservar su gringuismo para la intimidad y puso a su nación a pasar vergüenza internacional. Tal vez otros países más soberanos puedan ayudarnos en materia ferrocarrilera. No sólo los galos construyen metros. A los italianos paguémosles con la misma moneda y seguro nos sobra plata; por lo menos cobramos en dignidad, cosa que no tiene precio hoy en día, cuando vemos a esos países arrastrados por el peso de sus propias crisis y por la humillación que significa pasar de ser colonizadores a piches colonias. Estas que me he atrevido a sugerir aquí son algunas de las acciones concretas que podríamos tomar, antes de que sigan pisoteándonos como lo han hecho en los últimos cinco siglos. Lo menos que nos queda es seguir dando la pelea para que de verdad nos respeten, pero con las armas adecuadas, que vayan más allá de simples discursos de ocasión. [email protected]