Los aviones comerciales pueden transportar entre 300 y 550 pasajeros como máximo, mientras que sus vuelos pueden prolongarse hasta 18 horas y media. Dado que los aviones solo pueden presurizar sus cabinas hasta los 565 mmHg, equivalente a unos 2400 metros de altura, y que casi la mitad del aire del avión recircula, no se puede evitar ni emitir ni oler las ventosidades. Entonces, ¿cómo evitar las indeseables ventosidades?
Para empezar, los pasajeros se enfrentan a varias complicaciones. La comida, como las judías y los alimentos altos en fibra, puede favorecer la producción de gases, pero con la disminución de la altitud disminuye la presión atmosférica, facilitando aún más su producción y emisión. Además el aislamiento acústico enmudece el sonido exterior, que en este caso sería un gran aliado contra los pedos sonoros. Como intentó una mujer en el 2006 en un vuelo de Washington a Dallas, podrían quemarse con fuego, pero no es nada práctico, especialmente en pleno vuelo.
Contenerse puede ser todo un reto cuya dificultad aumenta con la duración del vuelo y/o presencia de turbulencias. Incluso lográndolo, es una opción masoquista, pues sustituirá unas molestias por otras. Si además presenta incontinencia y no puede reprimir las ventosidades, la batalla está perdida. Esta lucha por retener las flatulencias puede desembocar en dispepsia, distención abdominal, pirosis, aumento de la tensión arterial y del pulso. Además esos gases son reabsorbidos y pueden expulsarse por el aliento. Si la contención de gases es nuestra pasión, incluso puede provocar diverticulosis.
Afortunadamente, los asientos absorben la mitad del olor y pueden evitar que el sonido llegue lejos. Sin embargo, esto no ocurre si los asientos son de cuero. En este caso se recomienda que los pantalones también sean de cuero, ya que el cuesco se redirigirá hacia las piernas o la cintura. Una opción viable con cualquier asiento es usar pantalones de goma con un recipiente adosado que recoja el gas, evitando la vergüenza de importunar al resto de pasajeros. Es una solución recomendable para las personas con trombosis venosa profunda que no puedan permanecer demasiado tiempo sentados. Desde luego, levantarse es una manera de diseminarlo, dificultando encontrar su fuente. El método más discreto, pero menos estéticamente agradable al pantalón de goma, que tanto los pasajeros como las aerolíneas pueden implementar es el carbón activo en los asientos para reducir el olor.
Las aerolíneas pueden tomar medidas adicionales para combatir esta pestilencia. Las pruebas de metano espirado podrían segregar a los pasajeros según su flatulencia. Podrían situarse junto a los servicios o ser abandonados en casos de sobreventa. Implementar programas de ejercitación del suelo pélvico también podría favorecer el control del sonido. Aquellos que no obtengan los resultados deseados pueden enmascararlos con toses, estornudos, charlas a viva voz o aplausos espontáneos.
- Pommergaard, H. C., Burcharth, J., Fischer, A., Thomas, W. E., & Rosenberg, J. (2013). Flatulence on airplanes: just let it go. NZ Med J, 126(1369), 68-74.