No apures las marchas: Cambia de marcha entre 2.000 y 2.500 revoluciones en los motores de gasolina y entre 1.500 y 2.000 en los motores diesel. Cuando apuras marchas están quemando combustible innecesariamente, y por lo tanto contaminando. Mantén una velocidad constante: Conduce a velocidad constante, reducirás el consumo y las emisiones. Olvídate del punto muerto para ahorrar: Recuerda que mientras no pises el acelerador, manteniendo una marcha engranada y una velocidad superior a unos 20 km/h, el consumo de carburante es nulo. Por eso, no siempre es conveniente circular en punto muerto. Intenta evitar atascos: Anticípate a las condiciones del tráfico y evita los atascos en la medida de lo posible. Un coche con el motor en ralentí gasta muchísimo combustible.
Reduce antes de frenar: Al decelerar reduce la marcha o llega al punto muerto lo más tarde posible.
Vigila las ruedas: Revisa la presión de los neumáticos. Un coche con unas ruedas que no cuentan con la presión adecuada va a consumir más combustible de lo debido. También deberás estar atento al alineamiento de las ruedas, el estado del filtro de aire, las bujías y la carburación.
Mejor con las ventanillas cerradas: A más de 50 km/h cierra las ventanillas del coche. Mejorarás la aerodinámica del coche, con el consecuente descenso en el consumo de combustible y en la emisión de contaminantes.
Evita bultos: No es recomendable transportar objetos en el exterior del vehículo si no es estrictamente necesario. Los accesorios exteriores aumentan la resistencia del vehículo y por consiguiente incrementan el consumo de carburante.
Ojo con el aire acondicionado: El uso del aire acondicionado también aumenta el consumo de combustible. Una temperatura en torno a 23ºC-24ºC es suficiente para conseguir una sensación de bienestar dentro del coche.
**Fuente consultada: Practicopedia.