Revista Cine

“Cómo conocí a Ariadna”

Publicado el 23 noviembre 2013 por Luismi

Martín estaba como catatónico,sentado en la parte trasera del coche y cubierto de sangre.

Teniendo 9 años se supone que un día en el parque acuático tenía que ser la caña…pues ese no fue el caso. Recién había llegado por la mañana con su madre y su hermanita del alma. Esperaron una larga cola para comprar las malditas entradas, buscaron un sitio entre la zona de las piscinas infantiles y los chiringuitos.

Justo después de darse el primer baño, mientras esperaba las primeras olas de la piscina de olas…le entró un apretón. Pero no un apretón de decir “Uy, que me voy”, sino de esos de “¡Coño, que me cago!”. Tras soltar el primer zurullo, no podía parar, lo pasó fatal y además, cada vez que escuchaba la puerta del baño abrirse, se aguantaba porque no quería que nadie lo escuchara tirándose un pedo (por mucho que supiera que la gente no tiene visión de mutante X para ver a través de la puertecita del baño)

Los gritos en el exterior del baño comenzaron a hacer eco dentro del mismo. Cada vez más y Martín no podía parar de cagar. Lo peor fue cuando alguien abrió la puerta principal del servicio y en lugar de hablar (mear o lavarse las manos…) produjo unos ruidos espantosos. Martín se comenzó a limpiar a conciencia, pues se le cortaron las ganas de cualquier otra cosa. Se subió el bañador. se agachó y miró bajo la puerta del WC.

Vio unos pies que se arrastraban lentamente, dejando un reguero de sangre por el suelo que pisaba…era un hombre de treinta y pocos. Se miraba al espejo con media mandíbula colgando y un mordisco en el hombro derecho. Solo llevaba un bañador slip azul. Martín quedó estupefacto en ese momento y tuvo que contener un grito. Ese tio era un zombi.

¡Un zombi!- pensó el niño y su sonrisa se ensanchó dando más miedo que la de el Joker de Ledger. Le pareció asqueroso ver a ese tío arrancarse la mandíbula y golpear con ella su reflejo en el espejo, pero no pudo evitar recordar esos videojuegos de supervivencia ante holocaustos o virus zombis que tan bien se le daban. Por supuesto que también le emocionó el encuentro con ese muerto viviente porque su padre era un fan confeso de ese tipo de películas…miles de formas de matar a un zombi. Suponía que iba a ser divertido, pero no tanto.

Se tumbó bocabajo, arrastrándose hacia la salida, empujó la puerta y ante el se presentó un caos mortal. Los visitantes del parque gritaban, corrían, se escondían y se devoraban entre ellos. Le costó unos segundos más asimilar que aquello estaba sucediendo realmente. No quiso ni pensar en su madre y su hermana, seguro que estaban bien…se dejó llevar por la adrenalina como en las misiones de esos juegos.

“Cómo conocí a Ariadna”

El chillido de una chica fue lo que le hizo reaccionar.  Esta estaba subida a un árbol no muy estable y a sus pies le esperaban una docena de zombi-fans deseosos de abrir su mente.  Martín echó un vistazo a su alrededor y vio que la caseta del jardinero estaba cerca (con la puerta entornada)

La chica del árbol- que más tarde se presentó como Ariadna- quedó boquiabierta cuando vio al retaco de niño correr hacia los zombis con una manguera y haciéndola girar como si fuese un vaquero del mejor Western. Sólo que incluía la sutil diferencia de llevar unas tijeras de podar abiertas atadas en el extremo que lanzaba…así fue como cortó las cabezas de esos monstruos que deseaban comerse a la quinceañera Ariadna. Ella bajó de un salto y corrió con Martín hacia la caseta del jardinero.

Una media hora más tarde habían confeccionado un plan un poco chapucero, pero igualmente válido debido a las circunstancias. ¿Qué podrían haber hecho unos niños contra una horda zombi?

Martín salió corriendo de la caseta con una bolsa goteante y gritando a través de un megáfono.

- ¡Vamos zombis estúpidos! ¡Venid a por mí! ¡Soy un menú escurridizo!- había cientos y todos parecieron responderle al unísono. Lo siguieron y el comenzó a subir las escaleras en zigzag para llegar al tobogán más alto del parque. No dejaba de gritar por el micrófono e insultar, pero todo eso formaba parte del plan para distraerlos y no ver que Ariadna se acercaba a la piscina con una carretilla, portando garrafas de gasolina (para el cortacésped)

Una vez arriba del todo, Martín intentó taponar un poco el acceso a la boca del tobogán con unos cuantos donuts hinchables. El problema es que eran muchos los zombis que le habían seguido y acabarían con esa penosa barrera en un abrir y cerrar de boca. Escuchó el silbido de Ariadna, cerró los ojos y se relajó. Era la señal acordada para indicar que todo estaba listo. Cogió un donut gigante, lo colocó y se tiró encima para lanzarse por el agujero.

- Yaaaaaaaaaaa!- gritó Martín, Ariadna prendió fuego con un mechero el rastro que había dejado el niño con la bolsa llena de gasolina.

Mientras que los primeros zombis ardían, ella corrió hacia la piscina nuevamente. Vio como Martín llegaba al agua subido en el donut y una veintena de zombis cayendo tras el. Estaban haciendo demasiado ruido y otros zombis se acercaban a la fiesta.

- ¡Martín! ¡Por tu madre! Tírate al agua y nada hacia aquí lo más rápido que puedas. ¡Cómo no lo hagas, me largo!

El niño pensó primero en lo hijaputa que era Ariadna, pero prefirió hacerle caso sin mirar lo que tenía detrás. Nadó dando enormes brazadas (para lo joven que es) y moviendo las piernas a un ritmo frenético. Esta lo sacó de la piscina lo más rápido posible en cuanto se acercó al borde y prendió fuego al agua. La piscina se convirtió en un lago ardiente de fuego. La torre llena de toboganes también estaba en llamas y los zombis se lanzaban al vacío de otra muerte.

 Ambos comenzaron a correr hacia la salida. Esquivaron a un montón de esas criaturas asquerosamente muertas. Martín no pudo resistirse a arrancar una papelera de una patada y reventar la cabeza de uno que se interpuso en su camino. Ariadna prefirió no pensar en el niño loco…quería largarse de allí cuanto antes.

En la salida había un cartel enorme que decía Gracias por venir y vuelva a chapotear con nosotros, en varios idiomas. 

Fuera en el parking había algunos zombis sueltos, pero lo importante es que el coche de su madre estaba ahí. Se acercó sigilosamente con Ariadna siguiéndole los pasos y suspiró al ver a su madre acurrucada dentro mientras abrazaba a su hermana Nerea. Tocó el cristal y vio como los zombis se dirigieron a ellos a toda velocidad- qué eran diez después de haberte deshecho de doscientos. Su madre abrió la puerta. Tocaba a su hijo sin parar. No podía creer que estuviese vivo, pero de alguna manera lo supo (por eso no se fue del aparcamiento) Dejó entrar también a la muchacha, se incorporó y arrancó el vehículo echando marcha atrás y atropellando a tres zombis. No fueron resaltos en el camino los que hicieron que el coche pegara botes…eran las cabezas de los zombis siendo aplastadas como sandías. Ahí acabó lo divertido.

 Veinte minutos después, Martín estaba que no se creía haber hecho todo lo de hoy para sobrevivir. Su madre había parado en el arcén de la autovía hacia Granada. No dejaba de preguntarle cómo había conseguido salir y decir lo orgullosa que está. Nerea despertó de su siesta, le arrancó la yugular a su madre de un mordisco y Ariadna desnucó a la chiquilla en un acto reflejo.

- Lo siento. -Dijo ella.- ¿Y ahora qué hacemos?

Por eso decía que Martín estaba cubierto de sangre y catatónico. Fue el momento en el que realmente se dio cuenta que aquello no era como un juego, ni como una película y que solo le había acompañado la suerte por un rato.

FIN

 

Escrito por Luis M. Sabio

 


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