Ante todo, gracias por gustar de la lectura. A mí, algo que me gusta, es cuando lees mis cartas con atención y un día te acercas a mí, y me comentas algo de lo que te he dicho. Porque la verdad no todos los que leen, leen con atención.
En alguna ocasión has sentido la necesidad de consolar a una persona y sufres por no saber que decir, que palabras utilizar sin causar más sufrimiento. En esta ocasión te traigo un caso particular es del libro de Job 6:14,24
6:14 El que niega la compasión al prójimo desecha el temor del Omnipotente.
6:15 Mis hermanos me han fallado como un arroyo, como un torrente que dura sólo un tiempo: 6:16 Era el derretimiento de los hielos, las aguas brotaban por debajo de las nieves, 6:17 pero llega el verano y se evaporan, en cuanto hace calor queda seco su lecho.
6:18 En busca de ellos las caravanas alargan su camino, se hunden en lo desconocido. 6:19 Los viajeros de Temán se ubicaban con ellos, y se dirigían hacia ellos las caravanas de Sabá, 6:20 pero su esperanza ha sido en vano, al llegar no saben qué hacer. 6:21 Así son ahora ustedes para mí. Han visto cosas horribles y les entra miedo.
6:22 ¿Les he dicho acaso: «Denme algo, rescátenme con algo de su fortuna,
6:23 o líbrenme de una mano enemiga y rescátenme de manos de algún opresor? 6:24 Aclárenme esto y callaré. Háganme ver en qué me he equivocado.
Cuando llegan tiempos de aflicción, necesitamos la precencia de otros, siempre se espera una palabra de aliento, de vida en momentos dificiles, y en algunos casos no queremos sentirnos solos. Al dar consuelo debemos tener empatía, inteligencia interpersonal, es decir, percibir lo que otro individuo puede sentir. No quieres dar esa clase de consuelo que los amigos de Job le dieron y que hizo que los llamara “consoladores malos” y “médicos nulos”. Job los comparó con los arroyos secos del desierto.
Tenemos que admirar en estos amigos de Job que se mantuvieron en contacto con él. Ellos viajaron desde muy lejos para estar junto a Job en sus tribulaciones. Además, se mantuvieron callados por toda una semana como muestra de simpatía. A veces no es necesario que hables para animar a alguien que sufre, ¿En qué fallaron al tratar de consolar al sufriente Job? Ellos reaccionaron ante las palabras de Job, en lugar de hacerlo ante sus sentimientos. Él estaba aplastado y se dedicaron a argumentar con él. Para consolar al que sufre, tienes que escuchar con el corazón, no con tus oídos. Ellos se dedicaron a explicar en lugar de animar. Volvieron al quebrantado Job en un centro de debate y no en un lugar para encontrarse con Dios. El que sufre quiere estar seguro de que tú puedes escucharlo sin criticarlo. No vivimos de explicaciones, sino de las promesas de Dios. Al consolar, en lugar de dedicarte a explicar, da una promesa de Dios (La Biblia está llena de ellas) al que sufre.
Tú estás para infundir vigor moral al que sufre. Recuerda que al consolar a alguien no hay que hacerlo con argumentos irrebatibles, sino con amor y aceptación inquebrantables. Dios es Dios de toda consolación. Lo mejor que puedes hacer para consolar al que sufre es enfocarte en Dios. No es tarea tuya defender a Dios, sino más bien demostrar a Dios de forma práctica.
En este mundo que sufre, debes ser canal del consuelo de Dios para ayudar a las personas a tener valor para enfrentar la vida, sabiduría para saber qué hacer, fortaleza para hacerlo y fe y esperanza para esperar en Dios.
Con inmenso afecto, Tu Amigo Daniel Espinoza