
'...Abajo, en la quebrada, un rosedal blanco para los angelitos y los
bebés nonatos. Y el osario en aquella esquina, entre álamos temblones
que lo arrullen y lo enmarquen. Más allá, una hilera de hayas y
magnolias que orienten la mirada. Y por acá, el gran semicírculo de
sauces, para que su cortinado caiga hasta el suelo y en los días de
brisa con sus yemas acaricien las placas de los muertos'.
Federico Falco
De su cuento 'El cementerio perfecto'