Esta es la playa de mi infancia, en ella me pasaba las horas levantando piedras buscando cangrejos y todo lo que se movía en los charcos de marea antes de que la mar los volviera a cubrir. En esta playa aprendí a nadar y me puse por primera vez unas gafas de bucear para ver todo lo que había ahí abajo: peces, algas, pulpos, centollos y rocas de mil colores, no la monotonía que se veía cuando te las ponías en una playa de arena. Quizás por eso siempre preferí los pedreros a los arenales. Por eso y porque aquí no me rebozaba como una croqueta al salir del agua.
Aunque es una playa pequeña, nunca estaba llena, porque la mayoría de la gente prefería ir al Gavieiru o a San Pedro, porque Salencia "tenía muchas piedras" o "estaba llena de algas". Aquí todos nos conocíamos y cuando fuimos creciendo seguimos bajando a Salencia, y seguimos bañándonos y viendo peces, cangrejos y pulpos en el pedrero. Hasta hace 10 años.
Fue hace 10 años cuando el Ayuntamiento de Cudillero decidió instalar una depuradora a menos de 200 metros de la playa, en la orilla del río Llindebarcas. Nos prometieron que se iban a solucionar los problemas de saneamiento del pueblo y que no tendríamos que preocuparnos, porque el agua que saldría de la depuradora estaría tan limpia que incluso se podría beber.
Al poco de instalarse la EDAR Novellana, gestionada por el Consorcio de Aguas de Asturias, los charcos de marea empezaron a vaciarse, dejé de ver peces y pulpos cuando me ponía las gafas, y el pedrero, antes cubierto de algas, se quedó desnudo, como si lo hubieran rociado con ácido. Sólo en la desembocadura del río aumentó la superficie cubierta de algas verdes, un síntoma típico de eutrofización por aportes de nitrógeno y fósforo procedentes de residuos fecales, algo que ya era fácil de sospechar por el intenso aroma que desprendía el río en verano.
Hace unos pocos días, al acercarme a la salida de la depuradora, pude ver un florido muestrario de trapos, plásticos, toallitas y otros restos en la salida del desagüe de la misma, que arrollaba juguetón hacia el río Llindebarcas, y que siguiendo el curso del agua, llegaban frecuentemente a la playa para decorar la ribera. Unos residuos, que según los protocolos de filtración de la propia depuradora, nunca deberían estar ahí. Con el fin de confirmar las sospechas sobre el deficiente funcionamiento de la instalación, se tomaron muestras de agua en varios puntos del río hasta su desembocadura y tras analizarse en un laboratorio acreditado, los resultados fueron claros. En todas las muestras, la concentración de coliformes fecales superaba en más de 5 veces los límites para considerar una playa apta para el baño. Estos análisis, unidos a la presencia de residuos sólidos en la salida de la depuradora, hacían sospechar que las comidas veraniegas viajaban directamente a través del tubo digestivo de los vecinos de Novellana hasta el río, saludando al pasar por la depuradora, mientras millones de bacterias Escherichia coli esquivaban las lamparas ultravioleta, que teóricamente tendrían que matarlas, para retozar alegremente en la playa de Salencia.
Todos estos datos han sido presentados al Ayuntamiento de Cudillero, la Confederación Hidrográfica, la Demarcación de Costas y al Gobierno de Asturias para que abra los expedientes sancionadores pertinentes a los responsables de estos vertidos continuados, para que se tomen las medidas oportunas para solucionar este problema, y para que declare esta playa como no apta para el baño hasta entonces.
De todas formas, los responsables de haber convertido la playa de mi infancia en una fosa séptica se irán de rositas, como suele ser habitual, y finalmente, seremos nosotros los que acabemos pagando las sanciones millonarias que la UE impone a España por la deficiente depuración de sus aguas. Hasta ahora hemos pagado 32,7 millones de euros en multas. Y seguimos sumando.
NOTA: Quiso la casualidad que poco tiempo después de instalarse la depuradora, la playa de Salencia fuera declarada como playa canina por el Ayuntamiento de Cudillero. A partir de entonces, la playa en la que antes era dificil encontrarse con más media docena de personas, se llenó de gente, porque es bien sabido que la mayoría de los perros no saben leer los carteles y acuden con sus dueños a las playas. O quizás no haya sido casualidad y precisamente el deficiente, o mejor dicho, negligente, funcionamiento de la depuradora haya motivado esa decisión, quizás porque este tipo de playas puedan tener unos requerimientos sanitarios más laxos que otro tipo de playas.