Por Renny Yagosesky
A lo largo de nuestra vida, surgen situaciones que nos retan o nos atemorizan; eventos que demandan de nosotros determinación y coraje, para vencer el temor la duda y la negligencia. Algunos, sin embargo, no asumen ciertos riesgos y eligen conformarse y vivir con menos de lo que podrían lograr. Siga leyendo.
La vida es un escenario dinámico caracterizado por múltiples sorpresas y cambios. Frente a esos cambios frecuentes, con frecuencia inesperados, podemos asumir diferentes posiciones: paralizarnos, posponer, actuar tímidamente o elevarnos sobre el miedo y asumir riesgos.
Esta capacidad de asumir riesgos con la idea de superarse o mejorar, es lo que se conoce como audacia. La persona de conducta audaz, avanza hacia sus sueños a pesar de las dificultades y peligros, pues confía su capacidad para encontrar formas eficaces de cristalizar sus anhelos. El audaz, considera que el premio vale ese riesgo, ese precio que ha decidido pagar. Dicho de otra forma, la audacia es la capacidad de actuar a pesar del miedo.
La audacia es un poderoso punto de palanca que genera cambios, pues moviliza sus recursos a pesar de no contar con condiciones óptimas, o de requerirse esfuerzos especiales o adicionales. Gracias a esta cualidad tan especial, hemos podido superar como individuos, parejas, familias o grupos, momentos difíciles ante los cuales la pasividad o la resignación hubieran sido fatales.
Superar una dificultad económica, recuperarse de una enfermedad, acometer un divorcio o defenderse de agresores, son situaciones que pueden demandar audacia. Incluso para disfrutar de una vida digna, basada en la paz, justicia, libertad y prosperidad, puede requerirse cierto grado de audacia.
Debe decirse que como todo, la audacia debe tener límites, debe servirse de la razón, pues cuado se coloca en los bordes de la temeridad, puede generar accidentes, enfermedades e incluso la muerte. No es igual apostar una cantidad, que apostarlo todo. El riesgo calculado, es la estrategia de quienes son valientes aunque también inteligentes.
Muchos hay que valoran y apoyan la actitud audaz: La fina pluma de Baltasar Gracián escribió: “Pon un gramo de audacia en todo lo que hagas”. Decía Séneca que muchas cosas se hacían difíciles para los que carecían de audacia para emprenderlas. Según John Dewey, el avance de la ciencia se debe a la audacia de la imaginación. Y para el genio de la estrategia, Nicolás Maquiavelo, “más vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse.”
Fue audaz Bolívar cuando enfrentó una guerra que le llevó a ser Libertador de cinco naciones; fue valiente Gandhi cuando atacado, humillad y preso, se hizo irreductible y bajo la consigna santa de la “no violencia”, logró la liberación política de la India; es valiente la madre que sale a trabajar para obtener sustento y criar dignamente a sus hijos; es audaz el niño que le exige a su padre no maltratar a su madre; y es audaz el trabajador que solicita asertivamente a su jefe respetar los acuerdos que se han establecido.
Por lo general la audacia se relaciona con la juventud y la prudencia con la madurez, aunque a juicio de Luis Alberto Machado, buena parte de las genialidades creativas de muchos intelectuales, surgieron cuando estos tenían entre 60 y 80 años de edad.
La audacia suele ser producto la confianza, de la desesperación o de la locura. Se arriesga el que cree que podrá, el que nada tiene que perder y el que no calibra adecuadamente el grado del peligro. En todos los casos, asumir riesgos produce resultados mayores y mejores que los que derivan de la inercia o la apatía.
Además, si lo vemos con detenimiento, la vida es riesgo. Nadie sabe si despertará el día siguiente. de manera que no es posible vivir sin riesgo.
Podría decirse, en términos neurocientíficos, que existe una bioquímica de la audacia. la ciencia ha descubierto que las conductas de exploración y las expectativas positivas, incrementan los niveles de Dopamina en la sangre, lo cual produce sensación de euforia y placer. Esto significa que la audacia acompañada por pensamientos optimistas resulta emocionalmente gratificante, pero cuando los riesgos se asumen desde una perspectiva de pensamientos negativos, o pesimistas, se activa la zona del cerebro que rige el miedo, zona límbica, específicamente las denominadas “amígdalas cerebrales.”
Es posible aprender audacia aunque algunos ya vienen dotados de un temperamento arriesgado que los impulsa a la aventura. Otros nacen con un sistema nervioso sensible. Según Jerome Kagan, psicólogo de la Universidad de Harvard, sería un 20% el número de sujetos propensos a huir de los riesgos y mantener estabilidad emocional y confort. Aunque afirma que con esfuerzo y un contexto adecuado, pueden superar estas limitaciones.
Algunas sugerencias útiles para desarrollar la audacia, son:
- Asuma un pequeño riesgo cada día: Crear un cambio emocional, requiere producir un cambio en el cerebro, y la mejor manera de hacerlo es dar pequeños pasos repetidos y sostenidos en el tiempo.
- Entrénese: La práctica genera dominio. Tome riesgos en los que pueda perder o equivocarse sin verse demasiado afectado. Invitar a alguien a bailar, solicitar un teléfono de una persona que le agrada o pedir una rebaja de precios, funcionará.
- Acepte un margen de error: Asuma que los pequeños fracasos son tolerables, y le llevarán como escalones, hacia grandes oportunidades.
- Arriesgue más donde sea más necesario: Si requiere pareja arriesgue allí, si requiere dinero, tome más opciones de riesgo y busque en ese sector de su vida.
- Planifique: Arriesgarse no implica cometer locuras. Puede usted intentar controlar los detalles y asegurarse más aciertos cada vez.
Ponga en práctica estas sugerencias y tendrá mejores resultados. Piense que atreverse es un requisito para el éxito. La vida es resignación o riesgo. Gracias por leerme. Twitter: @doctorrenny.
Autor Renny Yagosesky - contactoarrobalaexcelencia.com – PHD en Psicología Cognitiva. – MSc. en Ciencias de la Conducta. – Lic. en Comunicación Social. – Conferencista y escritor. – www.laexcelencia.com