Con motivo del Día Mundial del Autocuidado, queremos prestar especial atención a una de las zonas del rostro más olvidada durante la época estival: los labios.
Su piel es mucho más fina que la del resto de la cara. Carece de glándulas sebáceas que proporcionan los lípidos esenciales para la barrera protectora y no posee glándulas sudoríparas lo que dificulta una adecuada hidratación.
Además, la ausencia de melanina en los labios impide su protección frente a los rayos solares, por lo que pueden sufrir quemaduras y deshidratarse con facilidad.
Cuidado de labios
La deshidratación de los labios puede producirse por diversos factores como falta de vitaminas, algunos fármacos, la exposición al sol, el consumo de tabaco o el uso de productos cosméticos no adecuados.A pesar de que los labios están expuestos todo el año a sufrir problemas de deshidratación, estamos habituados a protegerlos mucho más durante el invierno, pero es precisamente en la época estival cuando la piel de esta zona sufre más ya que el sol, el calor, el agua salada o con cloro y los aires acondicionados atacan su equilibrio hídrico.
Además, con la costumbre de humedecernos los labios con la lengua cuando los notamos ásperos dañamos la capa más superficial y aumentamos aún más la sequedad.
Por todo ello, para lucir unos labios perfectos y sanos este verano, es imprescindible dedicarles un cuidado específico durante estos meses lo que, además, evitará su envejecimiento prematuro.
Siguiendo estos cinco sencillos pasos, evitaremos la sequedad y las grietas y conseguiremos que los labios luzcan radiantes.
1. Protección
Cuando exponemos los labios al sol sin protección, se altera la producción de colágeno, la proteína que proporciona elasticidad y volumen, de manera que se favorece la aparición de arrugas de forma prematura. Es esencial aplicar un bálsamo labial para restaurar su hidratación y protegerlos de agresiones externas, especialmente en aquellos momentos de mayor exposición al viento o al sol ayudando a hidratar, reparar y nutrir nuestros labios secos y cuarteados.
Cuando vayamos a practicar algún deporte o actividad al aire libre, es importante también tener en cuenta estas consideraciones. Existen diversas opciones de bálsamos hidratantes, pero es necesario escoger uno que además de proporcionarnos hidratación facilite la reparación epitelial, como la línea de bálsamos labiales LETIbalm.
2. Buenos hábitos de vida
Llevar unos hábitos de vida saludables, como una correcta alimentación que incluya frutas y verduras ricas en vitaminas y antioxidantes, y evitar el consumo de tabaco ya que puede provocar la aparición del temido “código de barras”.
3. Incluir el cuidado de los labios en la rutina facial diaria
Beber abundante agua durante el día es imprescindible, sobre todo en verano, ya que no sólo nos ayuda a regular la temperatura corporal, sino que contribuye a mejorar el aspecto de la piel en general, y también la de los labios. El agua puede incorporarse también con la ingesta de frutas, pero debemos evitar el consumo de cítricos si tenemos grietas.
4. ¿Qué hacer si ya han aparecido grietas?
A pesar de que los labios agrietados no suponen un problema grave de salud, sí que pueden ser muy molestos e incluso provocar dolor.Lo primero es mantener la piel de los labios bien limpia con una gasa, para evitar infecciones, sobre todo si se produce sangrado.
Después se debe aplicar un bálsamo o crema reparadora y cicatrizante para calmar e hidratar la zona y ayudar a la cicatrización de la grieta.
Siguiendo estas recomendaciones, disfrutar del verano con una sonrisa sana y sin molestias será mucho más fácil.
Aunque la zona nasal sufre más en otros momentos del año, en verano también sufre de sequedad por diversos motivos como:
- Procesos alérgicos que hacen que tengamos que usar de forma frecuente un pañuelo lo que provoca que la zona nasal se reseque e incluso se irrite.
- Clima cálido y seco que resecan la mucosa nasal y la piel en general.
- Cambios bruscos de temperatura: el cambio del aire acondicionado al calor de la calle produce deshidratación.
- Otros factores irritantes como el cloro de las piscinas o el agua de mar.