En el artículo de hoy os hablaré sobre el cultivo del arándano, un arbusto que, según la variedad escogida, puede alcanzar varios metros de altura. Es importante escoger la variedad que esté más adaptada a nuestro clima, pues algunas necesitan climas mas fríos y otras, con climas mucho más suaves, ya dan frutos. Si queréis conocer este cultivo más a fondo, os invito a seguir leyendo.
Suelo
Los arándanos, por norma general, precisan suelos con un pH de entre 4,3 y 5,5. Además, tiene que disponer de un drenaje excelente para facilitar el paso de oxígeno, ya que lo necesita para un correcto desarrollo radicular. Estas plantas toleran muy bien muchos tipos de suelos, pero em los que peor se desarrollan son los arcillosos pesados pues el crecimiento de sus raices se ve dificultado.
Riegos
Los arándanos son muy sensibles ante el exceso de humedad, pero también ante la falta de agua. Una buena idea es revisar los riegos y que nunca le falte agua en los primeros años de su cultivo, o instalar algun sistema de riego por goteo. Si los regamos en épocas de sequía en su fase juvenil crecerán de una forma más acelerada.
La frecuencia de riego puede variar según el clima y la calidad del suelo, una vez valorado todo esto podremos decidir si el riego será de 2 a 3 veces por semana.
Exposición Solar
Lo mejor es que los plantemos en una zona que tenga una buena exposición solar (al igual que la mayoría de frutales necesitan la máxima cantidad de horas de sol), especialmente cuando comienzan a desarrollar las bayas. Si lo cultivamos en una zona con demasiada sombra puede desarrollarse, pero la producción se verá muy reducida.
Podas
Podaremos la planta en invierno y, para que crezca con más fuerza, será conveniente podar todos los brotes de la planta que tengan flor durante su primer año. Con eso lograrás que la planta no solo crezca más rápido si no que gane resistencia y, en un futuro, produzca mejores frutos.
También eliminaremos ramas muertas o brotes que parezcan tener alguna enfermedad o presenten cualquier tipo de mancha, sin olvidar los tallos acumulados que no crezcan en buena dirección y perjudiquen las zonas más productivas.
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