La anemia es una enfermedad provocada por la escasez de glóbulos rojos o hematíes en la sangre. También se presenta cuando éstos no portan suficiente hemoglobina, una proteína rica en hierro y que le da a la sangre su característico color rojo.
La hemoglobina tiene una función trascendental: contribuye a que los hematíes transporten el oxígeno de los pulmones al resto de órganos del cuerpo. Con anemia, por consiguiente, nos sentimos cansados y débiles, porque la sangre que recorre nuestro cuerpo tiene déficit de oxígeno.
Es crucial tratar a tiempo la anemia, porque padecerla durante un espacio prolongado de tiempo puede acarrear problemas cardiovasculares e, incluso, la muerte.
Los glóbulos rojos
Los hematíes, eritrocitos o glóbulos rojos tienen forma de disco bicóncavo. Existe una hormona encargada de regular la formación de los mismos. Se trata de la eritropoyetina, una hormona natural creada por los riñones, que se encarga de estimular a la médula para la creación de hematíes. Desde hace años, se comercializa un sustituto sintético (EPO), que se inyecta cuando se reduce la producción de eritrocitos.
Los hematíes tienen una vida útil de entre 90 y 120 días. Para su creación, la médula ósea precisa hierro, vitamina B12, vitamina B6, ácido fólico y otros componentes.
El parámetro normal de hematocrito (porcentaje del volumen total de la sangre compuesto por glóbulos rojos) oscila entre el 42 y el 54 por ciento en los hombres y entre el 38 y el 46 por ciento en las mujeres.
Síntomas y tratamiento de la anemia
Cansancio, debilidad, dificultad para respirar o taquicardia son algunos síntomas de esta enfermedad. Sin embargo, hemos de ser muy conscientes de que en muchos casos el problema se genera sin ofrecer síntomas que lo evidencien. En realidad, lo usual es que la anemia sea un síntoma de otra patología en sí misma. Por ello, es aconsejable visitar al médico cuanto antes.
Aparte de con los medicamentos que nos prescriba el médico, la anemia se combate con alimentos ricos en proteínas animales (carnes rojas, hígado, jamón, pescados azules etc.). También son aconsejables las legumbres (lentejas, soja, guisantes, judías…) y verduras como las espinacas, las acelgas, el brécol, los canónigos etc. No podemos olvidarnos tampoco de los cereales y de los frutos secos. Almendras, nueces, pistachos o avellanas son buenos aliados en la batalla contra la anemia.
El objetivo pasa por incorporar a nuestra diaria una buena dosis de hierro, elemento imprescindible para producir la hemoglobina. Una interesante opción es consultar la presencia de este componente en el etiquetado de los productos. Nuestro médico puede prescribirnos un complemento férrico con multi-vitaminas y minerales, que ayudan al organismo a absorber el primero.
Hay que tener bien presente una idea: el exceso de hierro también puede ser perjudicial. Debemos tomarlo, por tanto, tal y como nos lo prescriba nuestro doctor.
En casos de anemias graves puede recurrirse a transfusiones de sangre.
Los tratamientos contra la anemia varían en función de la gravedad de la enfermedad o tipo (ferropénica, perniciosa, drepanocítica…). Van desde cambios en la dieta hasta transfusiones de sangre e , incluso, cirugía. Lo usual es que el problema se solvente con complementos de hierro e incorporando ciertos nutrientes a la alimentación diaria. Como siempre decimos, ante cualquier duda lo mejor es consultar al médico de inmediato.