Revista Festivales

¿cómo definiría el tango bailado a alguien que acaba de llegar al planeta?

Por Sonriksen

 —¿Cómo definiría el tango bailado a alguien que acaba de llegar al planeta?

—¿Porqué haría eso?

—Digamos que es una suposición, un caso hipotético. Sígame el juego, ¿Cómo le definiría una milonga a alguien que acaba de llegar al planeta?

—¿Se refiere a un bebé? No tendría ya bastante con todas esas cosas raras del nacer en el primer día?

—Un ser, una entidad. Elija la etiqueta que más le guste ¿Cómo se lo explicaría a alguien que no conociera el tango bailado?

—¿Es por una inquietud filosófica, una duda religiosa, un desvelo? ¿Tal vez un enamoramiento, un emprendimiento comercial, para vender algo? Es que depende para qué le contesto.

—Al caso es lo de menos.

—Eso lo dice usted que es joven y anda entrevistando gentes cuando debería bailar. Pero no es lo mismo. 

— Hablo de una persona recién aterrizada en el planeta tierra.

—¿Persona? según lo que estoy entendiendo persona es mucho, o poco suponer, como se mire. No es lo mismo explicarle el tango a un visitante ligeramente antropomorfo, o poner en antecedentes a uno de esos Jesúses instantáneos de corporeidad milagrosa, que ya vienen hechos.

—No entiendo.

—Si, si. Uno de esos mesías que nacen de la noche a la mañana para motivar a la humanidad en esos programas de autoayuda de madrugada  ¿O esta aparición es un arribado de los intangibles del más allá y otros derivados o posos de la credulidad general, como los ángeles, los serafines, los arcángeles y por contra la realeza de la mugre infernal? ¿Es acaso una de esas luminiscencias angelicales o virginales que exigen construcciones de templos, y que siempre se aparecen a los hijos de albañiles o arquitectos en parcelas públicas?

—Olvídese de las cuestiones religioso-filosóficas. Es un extraterrestre, un alienígena.

— ¿Hablamos de una visita de Mercurio? ¿Del desgraciado y reestablecido planeta con problemas de identidad, Plutón, tal vez? 

—Espere. Voy a tratar de planteárselo en forma de situación. Imagine que usted está por la carretera. Conduciendo, de noche después de un largo día de trabajo a la milonga.

—Es que no conduzco. No desde aquella vez en que...Y ahora las milongas se hacen en horario de tarde.

—Da igual. Como está cerca de su trabajo va caminando, con la bolsita de zapatos al hombro por una de esas calles en donde nunca se ve gente, para cortar camino. 

—¿Con la de malandras y endrogadictos que andan en esas calles? ¡Ni loco! Además me pueden robar un órgano —de los corporales— o inyectarme cosas, como en las películas de antes.

—Va por un barrio tranquilo, residencial, sin elementos maleantes a la vista. Antes o después de la pandemia. Eso no importa. ¿Me sigue? Y justo delante suyo, en uno de esos descampados de suburbio acomodado, ve bajar una nave, el típico plato volador. 

—¡Pero esa tecnología ya está vieja, hasta en las películas! ¿Quién usaría hoy en día un plato volador? 

— Una nave. La que quiera. Con la forma que quiera. Se abre una portezuela, una escotilla, usted ve una luz intensa.

—Como de unos ocho o nueve leds de los buenos.

—Si. Eso mismo. Y bajan dos seres...

—Uy...No, no. ¡Que miedo...!

—Dos seres con la sonrisa dibujada en el rostro, los ojos inteligentes y la expresión amable y empática. Enseguida, usted comprende que no representan una amenaza.

—Eso son los peores, como un amigo que tuve, que me gancheaba de atrás. ¿Cómo sé que no me van a abducir, no me van a enchufar nada en el cerebro ni hacer pruebas raras para dejarme abandonado en el mismo descampado como en el cuento del borracho y la botella de vino blanco?

—¿El qué? Mejor no pregunto. Se ve en la intención al malo. Los malos prenden la aspiradora de la nave y lo chupan. Estos no. Son dos extraterrestres sin inquietudes científicas, que, permítame la licencia poética, se subieron a la nave en Próxima Centauri, con ganas de explorar nuevos mundos y después de un vagabundeo agradable acabaron en la tierra, justo delante suyo, que está ahí parado como un pavote, con la bolsita de zapatos al hombro.

— O Se han escapado.

—¿Qué?

—Seguro son extraterrestres confianzudos adolescentes que pensaron «Fin de semana, Slub. Siempre lo mismo Dejjbr. ¿Qué hacemos?» Y no se les ocurrió mejor idea que robarle la nave al viejo alienígena y venir a molestarme a mi, que iba caminando tranquilo a la milonga, con la intención de bailarme unos D´Arienzos de mi flor. Haberse quedado en Prrwulll.

—Era Próxima Centauri.

—Para nosotros. Para ellos es el planeta Prrwulll. Un gigante gaseoso, jaja. ¿Entiende el chiste?

—Bueno, si le ayuda... Y luego de un largo viaje ven esta bola verdeazulomarronada que es nuestro hogar y bajan (por casualidad)  ahí en el descampado.

—Al lado del altarcito donde próximamente los constructores impulsados por la fe (en el dinero) comenzarán a construir un templo turístico y se llenara de gente y habrá vendedores de empanadas, vino y estampitas. Negocio para todos. Como los supermercados de Lourdes. 

—Eso. Y al abrir la escotilla...

—Con los ocho leds.

—Con los ocho leds, lo ven a usted, con la cara de asombro. Y  le mandan un mensaje. Le dicen telepáticamente...

—Ahí le pifió. ¿Qué sentido tiene preguntar si usan telepatía? ¡Me roban los pensamientos y ya está! 

—Tiene razón. Estos traen un conversor idiomático universal. De la teletienda alienígena o lo que sea. Y con su trato afable y bonachón le dicen con perfecta dicción: Hola ¿Qué tal, amigo desconocido?

—¿Amigo desconocido? 

—Son extraterrestres confianzudos, como dice usted, pero no tanto. 

—Sí, porque si me dicen, amigo, como algunos elementos del bandolerismo urbano,  salgo corriendo. Seguro me van a robar, o meter la vacuna cinco Ges.

—Amigo desconocido, que es lo que les traduce el aparato. Y le preguntan: ¿Dónde va? Y usted les contesta: Voy a la milonga. Y  ellos le contestan —y ese es el punto de partida de la pregunta que intento que me responda desde hace rato—: ¿Y eso que es?

—Ah. Y ahí le tengo que contestar, claro. Bueno, yo les digo, por ejemplo: «Es un lugar pulenta donde bailamos las mejores orquestas tangueras enlatadas o en vivo, nos encontramos con otras gentes que tienen la misma ansiedad por bailar que nosotros y entre tanda y tanda nos abrazamos y nos mantenemos vivos bailando al compás de un tango querendón.»

— ¿Y usted piensa que con esto que acaba de decir lo van a entender con su traductor de Teletienda?

— ¿Y porque no?

— «Pulenta: no se han encontrado resultados. pruebe con polenta: Alimento preparado en base a...»/ «enlatado: procedimiento por el cual se conservan mayorit...» 

—...

—¡Es un traductor interestelar estándar! ¡No le cargaron el lunfardo, ni su variante, el lunfardo gagá! Y no llego a lo última parte de su respuesta, cuando usted dice «Nos mantenemos vivos bailando al compás de un tango querendón» Es un punto de vista suyo.

—¡Y Claro! Pero así es todo con el tango y la milonga. 

—Piénselo desde el punto de vista extraterrestre. Ellos se mirarían y pensarían: ¿Es que estos seres nativos están en situación de extinción vital y el tango querendón(no se han encontrado resultados) ese que dicen es una sustancia medicinal indispensable para la supervivencia? Puede ser...no se le ve mucha salud, y parece por su vestido que está consumiendo sus últimas reservas de energía.

—No hace falta ofender. Entiendo. Entonces ¿Qué les diría, parado en medio de esa calle del barrio? 

— ¿Qué diría?

—«Amigos desconocidos de las estrellas, ilustres visitantes de este humilde rincón de la galaxia, la milonga es un lugar donde se efectúa una actividad de ocio, con indudables beneficios espirituales y físicos para quien lo practica, además de tener un alto contenido emocional y colectivo que, en las mejores noches, se traslada a todos los que están en el salón. La milonga es un sitio donde la gente va a encontrarse, a relajarse después de un día o una semana ajetreada. Hay un espacio, generalmente en el centro, donde la gente se abraza bailando tango, vals o milonga. En algún lugar hay una barra, un sitio donde se pueden adquirir y consumir bebidas y espirituosos, alimentos autóctonos caseros y consejos. Y también hay mesas y sillas con manteles y velitas, donde la gente que no baila comenta y admira la destreza de los bailarines. 

—Pare, Pare. Parece un folleto de medicamentos. El traductor está teniendo problemas y los extraterrestres no se enteran. ¿Actividad de Ocio? ¿Se abrazan bailando tango? Haga de cuenta que les está explicando a los extraterrestres una película sobre la milonga. Se lo pregunto como extraterrestre: ¿Qué es una milonga? Y no meta a Milonga del 900 en esto. 

—Ya. ¿Pero, puedo ponerle banda sonora? Es para que quede mejor.

—Puede.

—Ahí va. La parte instrumental de La melodía del corazón, Donato, en una versión para 100 músicos. Yo estoy parado en el medio de la calle, casi como el David de Miguel Ángel, con la actitud de un gran orador o poeta de la antigüedad ante un anfiteatro imponente.

—¿Tiene que ser así?

—¡Por supuesto! Es que en ese momento soy un representante de la humanidad toda.

— ...

 —Es algo histórico, aunque intimo también. Es como si lo estuviera viendo: Solo ante la oscuridad de la noche, el espacio infinito, la luz de veinte leds. Y yo con mi voz finita y carrasposa que de pronto se va aclarando como la de Sarita Montiel en La Violetera o Hugo del Carril en La vida es un tango, cuando canta a dúo con Sabina Olmos Aquel Tapado de armiño. La voz, envalentonada, se vuelve estentórea, un torbellino que batalla, como esos que van a una batalla con miedo y al final encuentran el valor en su interior.  Y...

— ¿Está lagrimeando?

—Es que me emociono. Escuche, Escuche: 

«Amigos desconocidos del Cosmos. Voy a la milonga. ¿Qué es? Preguntaran ustedes con su extraña mente que viene de allá lejos. La Milonga...no puedo describirla sin pensar en todas esas noches pasadas, perdidas y recordadas. En todos los tangos que he bailado, como si no hubiera más que el tango y la intima comunión entre mi compañera y yo. Imaginen ustedes, el más sagrado vínculo profano entre dos que se encuentran y siguiendo con su alma la música de un tango, sienten y experimentan con el corazón los asuntos de la vida y la muerte, el amor, la traición, el paso del tiempo y todas esas cosas que aquejan, acongojan y ensalzan a la especie habitante de este humilde rincón del universo. Imaginen la ronda, con su escaparate de emociones, frustraciones y sentires. Y el ágora de mesas, donde el que no baila se sienta a ver la vida con una copa de vino en la mano y a discutirla con filosofía. La milonga, mis amigos desconocidos extraterrestres, es un mundo y el tango un misterio que no se puede comprender»

—Muy emotivo. Pero no me contesta la cuestión principal: ¿Cómo definiría el tango bailado?

—¿Con lo bien que estoy haciendo el papel de embajador terráqueo me hace cambiar de película? 

—Es que sigue yéndose por las ramas. Suponga algo más comprensible, menos sentimental. Trasmítame un mensaje claro, con la misma o parecida situación.

—A ver...Ya que estamos suponiendo ¿podría ser que uno de los alienígenas extraterrestres confianzudos fuera del sexo femenino? Y no me venga con que ahí en Prrwwul hay como quinientos sexos.

—Si a usted lo ayuda...

— Es por ahí les da por venir conmigo a la milonga. Si son extraterrestres, aunque no bailen, fijo que se transforman en el alma del bailongo. O se ponen a escabiar vino sin saber y me dejan en la vergüenza. No hay nada peor que extraterrestres pesados borrachos. Además, a efectos de la explicación y para que entiendan mejor qué es el tango bailado por ahí me le animo a la extraterrestre mujer y abrazándola le hago hacer unos pasitos...

—¿Quiere bailar con la extraterrestre confianzuda? ¿No le parece que quizá el adolescente compañero,  también tiene esas sustancias extrañas bulléndole por el interior del alienígena organismo y lo puede finiquitar con alguna desconocida arma extraterrestre?

—No, No. Ahí en el gigante gaseoso no creen en la violencia. Hace tiempo han eliminado a todos los violentos. Pero tiene razón. Ya que estamos imaginando y para no tener problemas de chamuscamiento, pongamos que son dos alienígenas extraterrestres confianzudas en edad de merecer...

—En edad de... ¿Qué dice? Le está cayendo un hilo de baba por la comisura.

¿CÓMO DEFINIRÍA EL TANGO BAILADO A ALGUIEN QUE ACABA DE LLEGAR AL PLANETA?
—Es que cuando me pongo a imaginar no tengo freno. Adolescentes extraterrestres confianzudas con...

—No siga...

—Con muchas ganas de diversión.

—Ya. Y entre los millones de millones de humanos se fueron a encontrar justamente con usted.

—Si. Con este porte bien de tango, el peinado al descuido, mojado con gel al estilo Nicolás Cage y tarareando con voz de barítono Yo soy el tango milonga, señor...Un partidazo.

—Ya veo. Con su camiseta negra del Tango maratón,  un poco desteñida, sus pantalones anchos de cinco pinzas con los bajos un poco llenos de manchas y su bolsita de zapatos al hombro, listo para bailar.

—Y con ganas de fiesta. Ya que imaginamos, imaginemos a lo grande. Como embajador cultural de la tierra que soy en este trascendental momento y como un gesto de buena voluntad, concordia y entendimiento entre planetas hermanados, tengo la obligación de invitarlas a estas dos muchachas que no son de estos lados, a ir a la milonga. Y hasta podría aparecer mi compadre Ordovísico, que andaba por ahí, pero no se animaba a meterse por respeto. Iríamos los cuatro a la milonga, las pibas...

—¿Las pibas?

—Las pibas alienígenas confianzudas se deslumbrarían con nuestro baile y sin más nos llevarían a dar clases y hacer exhibiciones a su planeta. Y de ahí al universo entero ¡Un golazo! ¡Un golazo! Perdóneme, pero esto se lo tengo que contar a mi compadre ¡Ordo!¡Ordo, que nos llevan de gira por la galaxia!

Y sin que le respondan ya está en medio de la pista bailando con sus pasos singulares. 

El hombre de la pregunta se queda mirando la ronda y luego dice:

—Apenas puede bailar con una milonguera conocida ¡Y se quiere ir de gira por los planetas con una adolescente confianzuda extraterrestre o dos!
Así no hay forma de escribir este folleto de publicidad. ¿Quién me habrá mandado a mi...? 


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