Toc, toc, ¿alguien al otro lado?
Después de este parón semanasantero para hartarse de garrapiñadas, dormir a pata suelta y ver a qué huelen las nubes, estamos de vuelta con la primavera trompetera y la sangre más que alterada!
Antes de nada desmentir el hecho de que para tener tarjeta hay que trabajar en algo. El personal branding cada vez más de moda, como su propio nombre indica, habla de crear marca personal, es decir, nosotros somos especiales por algo y tenemos valor en nosotros mismos, ¡que se entere el mundo!
Admitámoslo, tener tarjeta mola. Pero también tiene sus peligros, así que nosotras vamos a daros ciertos consejitos de diseño, que es en el campo en el que os podemos intentar poner a salvo de meteduras de pata.
La tarjeta de visita es como un recuerdo de comunión, solo hay dos motivos por los que uno se puede librar de ir al fondo del cajón; primero: porque sea de tu primo favorito Pablito, segundo: porque mole tanto que quieras exhibirlo (desgraciadamente en este ámbito los segundos escasean; idea de negocio al canto).
Así que si quieres que tu tarjeta no acabe con este triste final, que la recuerden, que se la muestren a sus amigos o que la compartan en redes, be original my friend.
Pero... ¿CÓMO?
1.No lo dejes en manos de la imprenta. Hacen miles al día así que tienen 'x'plantillas para elegir pero... ¿tú, que aspiras a ingeniero de la NASA, tienes la misma tarjeta que "Chikenfly: pollos asados que van volando"? (Y que conste que nos encanta el pollo y sus repartidores). Solo una madre luce estas tarjetas con orgullo en la cartera. Intenta ser único, o al menos parecerlo.