Ambas enfermedades pueden
caracterizarse por fiebre, dolores y dificultad para respirar. Entre las pocas
características distintivas se encuentra la pérdida repentina del olfato y del gusto que
experimentan los pacientes con COVID-19. La gripe también puede afectar el
sentido del olfato, pero en ese caso el culpable es la congestión nasal,
mientras que en COVID-19 la razón es el daño temporal a las células olfativas.
Otra forma de diferenciar una
enfermedad de otra son las pruebas de laboratorio y el frotis nasal en busca de evidencia de ambos virus. Tales pruebas podrían usarse más
para pacientes mayores que tienen un mayor riesgo de complicaciones por la
gripe. Si hay retrasos en las pruebas o si los suministros se agotan, la opción
alternativa sería tratar cualquier enfermedad respiratoria grave como un caso
potencial de COVID-19. Los pacientes con cualquiera de las dos enfermedades
deben aislarse en cualquier caso, pero si existe una sospecha de COVID-19, los
departamentos de salud pueden notificar a otras personas con las que las
personas infectadas hayan entrado en contacto.
Vacunarse contra la gripe, reduce
el riesgo para el individuo y disminuye la carga sobre el sistema de atención
médica. Sin embargo, en algún momento de las próximas semanas, muchos de
nosotros tendremos irritación de garganta, congestión nasal u otros síntomas
que acompañan a la gripe. Por lo tanto lo mas aconcejable es acudir al medico para que sea el quien decida la mejor conducta a seguir.