Así fue como empezamos a susurrar
por si las paredes oídos tuvieran,
pero en verdad creo que ni nos importaba,
a escondidas era la mejor manera.
Te atreviste a amenazar mis difuntos labios
y yo supe a tu viva y divina boca retar,
aunque nos tomara cinco miserables segundos
me llevaste, ida y vuelta, con tu lengua al mar.
Tocaste mi hombro y te fuiste sin pedírtelo,
sin yo quererlo, me embrujaste y me detuve
en el silencio de una habitación sencilla
que se volvió el cielo con el eco de tu olor.
Las nubes de la razón se cernieron sobre mí
mientras una lluvia de prejuicios me empapaba
-No podemos -me repetí una y una vez más
pero directo de la nada la esperanza brotaba.
Sus alas, como pétalos, al aire corrompían
dejando que su esplendor natural fluya,
verla, era vernos de la mano por la vida
como esa mariposa volando entre la lluvia.
Fue en mi soledad que entendí el pecado
y preferí caer cuesta abajo en el fuego
contigo esperándome en el valle del infierno
contigo, y la transgresión de tu cabello.
Emprender esta odisea con tu mano en la mía
fuego a fuego, beso a beso, cuerpo y boca.
Asesinar a los ángeles que separarían
este fuego, esos besos, esas ansias locas.
Emprender esta odisea como amantes,
como esa mariposa volando entre la lluvia
cuesta abajo en las llamas de tu infierno
como dos locos volando entre la lluvia...
Fuente:
C. Marco